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Evangelio 6 Mayo |Permanezcan en mi amor

JUEVES 6 DE MAYO

RESUMEN DEL EVANGELIO, JUEVES 6 DE MAYO

Juan 15, 9-11: En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado».
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MI COMENTARIO

Cristo nos ha traído la verdadera alegría.

1. La alegría que nos da Jesús no es la alegría bullanguera y superficial que nos ofrece el mundo, con su tajada de placeres, bebidas y comidas. La alegría de Jesús es honda. La alegría de quien se siente centrado, con un sentido grandioso de la vida y querido por Dios. Es la alegría de los apóstoles Pedro y Juan que nos narran los Hechos de los apóstoles: “contentos del castigo de los treinta y nueve azotes, por haber padecido aquel ultraje por el Señor” (Hechos 5, 41). Dios nos quiere plenamente alegres. Y nos señala el motivo: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo” (Juan 15, 9).
2. Uno de los frutos de la Pascua debe ser la alegría. Cristo quiere la alegría a todos sus seguidores. Una alegría plena. Una alegría sincera. Una alegría contagiante. Una alegría recia, no superficial ni blanda. Una alegría que se alimenta cada día en la oración y la lectura atenta de la Palabra de Dios. La misma alegría que llena el corazón de Jesús, porque se siente amado por el Padre.
3. Cristo nos da el secreto para no perder esa alegría: CUMPLIR LOS MANDAMIENTOS en nuestro día a día. Por tanto, la alegría brota del amor y de la fidelidad con que se guardan en la vida concreta los mandamientos de Dios. Esto requiere sacrificios y renuncias, lógicamente. Como la alegría de una mujer que da a luz: lo hace en el dolor, pero siente una alegría insuperable por haber traído una nueva vida al mundo. Popularmente decimos: “Obras son amores”. Es lo que Jesús nos recuerda hoy.

¿Qué te quita la alegría en tu vida? ¿Las dificultades, la enfermedad, la falta de trabajo, la falta de atención de tu esposo o esposa, de tus hijos y amigos? Lo único que nos debería quitar la alegría es el pecado. Esta es la causa de nuestras tristezas y angustias. Por eso, digamos como tantos santos: “Antes morir que pecar gravemente”. Y cuando hemos tenido la desgracia de caer en pecado, acerquémonos a la confesión, para recuperar la paz y la alegría de Dios. En este jueves recemos por todos los sacerdotes para que seamos promotores de la alegría de Cristo en nuestras comunidades y estemos siempre disponibles a transmitir la alegría de Dios en la confesión. Les mando a cada uno la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.