Miércoles, 23 de septiembre
RESUMEN DEL EVANGELIO, MIÉRCOLES 23 DE SEPTIEMBRE
San padre Pio de Pietrelcina, monje franciscano capuchino desde los 16 años, ordenado sacerdote a los 23 años recibió los estigmas de Jesús a los 31 años y desde pequeño tenía visiones de Sagrado Corazón de Jesús y la Virgen. De salud quebradiza. Y gran apóstol de la confesión. Calumniado ante el Papa por alguno de los clérigos envidiosos, fue apartado de la confesión por varios años y de las misas con pueblo, provocándole un gran sufrimiento, que lo ofreció con paciencia y obediencia. Encomendemos a todos los frailes capuchinos y a las congregaciones que le tienen como patrono, entre ellas las clarisas capuchinas. El Papa san Juan Pablo II tuvo la gracia de visitarlo cuando era cardenal y le predijo que sería Papa. Y así fue. Dijo de él: “generoso dispensador de la gracia divina, siempre a disposición de todos”. Tuvo también el don de bilocación y más gracias extraordinarias.
Evangelio, Lucas 9, 1-6: En aquel tiempo, convocando Jesús a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades; y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar. Y les dijo: «No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengáis dos túnicas cada uno. Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que os marchéis de allí. En cuanto a los que no os reciban, saliendo de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos». Saliendo, pues, recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes.
_____________________________________
MI COMENTARIO
¿Cómo aplicar este evangelio en esta fiesta de san Padre Pio de Pietrelcina?
1. ¡Cuántos demonios no expulsó el padre Pio de las almas que a él se acercaban, a cuántos curó de sus enfermedades espirituales, psicológicas y físicas!
2. ¿Qué llevaba en su mochila sacerdotal: diplomas, dinero, aplausos! Nada, de nada. Lo que le daban de dinero le sirvió para construir la Casa Alivio del Sufrimiento. Lo que llevaba en la mochila de su corazón era la caridad misericordiosa de Dios y la humildad ante tantas humillaciones que recibió de hombres de Iglesia, envidiosos de los dones especiales que Dios le había dado.
3. No salió nunca de su convento capuchino de Pietrelcina, y desde predicaba el evangelio de Jesús, desde la confesión, a la que dedicaba muchas horas al día, y a través de la celebración de la santa misa, unido a los estigmas de Cristo que tanto le dolían. El Cristo Crucificado le hizo partícipe de esa gracia dolorosa: estampó en su cuerpo sus propias llagas, los estigmas…para unirle más estrechamente a su Pasión en bien de la humanidad.
Pidamos hoy, por intercesión de san Padre Pio, la gracia del fin de la pandemia física, pero, sobre todo, de la pandemia espiritual, de la falta de amor, de la indiferencia ante el dolor de los hermanos, como nos está diciendo el papa Francisco. Y que todos los franciscanos y franciscanas capuchinos crezcan en fervor, en vocaciones y en santidad. Les mando a cada uno la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.