RESUMEN DEL EVANGELIO, MARTES 20 DE JULIO
Mateo 12, 46-50
1. El episodio es sencillo: la madre y los parientes de Jesús quieren saludarlo y alguien se lo viene a decir. Jesús, quien, seguramente, luego les atendería con toda amabilidad, aprovecha para anunciarnos el nuevo concepto de familia que se va a establecer en torno a él. No van a ser decisivos los vínculos de la sangre: “El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre”. Naturalmente, no niega los valores de la familia humana. Pero aquí le interesa subrayar que la Iglesia es suprarracial, no limitada a un pueblo, como el antiguo Israel. La familia de los creyentes no se va a fundar en criterios de sangre o de raza. Los que creen en Jesús y cumplen la voluntad de su Padre, esos son su nueva familia. Incluso a veces, si hay oposición, Jesús nos enseña a renunciar a la familia y seguirle, a amarle a él más que a nuestros propios padres.
2. Esta nueva familia de Jesús comenzó el día de nuestro bautismo. Hoy es un día para agradecer el don inmenso del bautismo, donde Dios nos hizo de su familia y donde Cristo es nuestro Hermano mayor. Somos hijos de Dios y hermanos entre nosotros. Se nos pide una condición: CUMPLIR LA VOLUNTAD DEL PADRE. Lucas añade ESCUCHAR Y CUMPLIR. La fe tiene consecuencias en la vida. Los sacramentos, y en particular la Eucaristía, piden coherencia en la conducta de cada día, para que podamos ser reconocidos como verdaderos seguidores y familiares de Jesús. Ejemplo nos lo da María: entra en pleno en esta nueva definición de familia, porque ella sí supo decir -y luego cumplir- aquello de “hágase en mí según tu palabra”. Aceptó la voluntad de Dios en su vida. San Agustín dijo que fue madre antes por la fe que por la maternidad biológica. Es nuestro mejor modelo.
3. ¿Qué títulos tenemos en esta nueva familia en torno a Jesús y María?
a) Hijos de Dios Padre. ¡Qué honra!
b) Hermanos y amigos de Jesús. ¡Qué fortuna!
c) Templos del Espíritu. ¡Qué misterio!
d) Miembros activos de la Iglesia, hermanos entre nosotros, con el anillo de la caridad y el encargo de la evangelización. ¡Qué maravilla!
e) Herederos del cielo. ¡Qué riqueza!
¿Qué más queremos y deseamos? Seamos dignos de esta familia divina. ¡Gracias, Dios mío, por la hermosa familia cristiana que me has regalado! Les mando la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.