
Evangelio 5 Enero |La Epifanía del Señor
EPIFANÍA DEL SEÑOR
RESUMEN EVANGELIO 5 DE ENERO, SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA, MATEO 2, 1-12: Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.
Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo.
Ellos le dijeron: En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta:
Y tú, Belén, de la tierra de Judá,
No eres la más pequeña entre los príncipes de Judá;
Porque de ti saldrá un guiador,
Que apacentará[a] a mi pueblo Israel.
Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella; y enviándolos a Belén, dijo: Id allá y averiguad con diligencia acerca del niño; y cuando le halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore.
Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño.
Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo.
Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.
Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
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Comentario Evangelio
Hoy celebramos la Epifanía, la fiesta de la manifestación de Dios a los Magos de Oriente, a los que no conocían a Dios, pero tenían en su corazón un deseo de infinito y de felicidad. Y este deseo quedó satisfecho y cambiaron de vida, de rumbo.
1. La “Epifanía del Señor” se refiere a la manifestación del niño Jesús a los Magos de Oriente, unos personajes no judíos que habían venido de territorios paganos a adorarle y a ofrecerle sus dones: oro, incienso y mirra. No les fue fácil llegar. No fueron a Belén porque vieron la estrella. No. Buscaron y por eso vieron la estrella, ese signo que Dios les dio para que ejercitaran su fe incipiente.
2. Y una vez que encontraron a Dios, envuelto en pañales, le ofrecieron lo mejor que tenían. No las sobras. Oro, porque reconocieron en Él al Rey de cielos y tierra, al Rey de los corazones. Incienso, porque vieron en Él al verdadero Dios por quien se vive y en el que está la salvación, ofrecida a todos, también a los paganos y pecadores. Y mirra, usada para embalsamar los cuerpos, y por lo tanto signo de que ese niño era un hombre como todos.
3. Por tanto, la Epifanía se ha convertido entre nosotros en la fiesta del regalo; regalemos el don de nuestro amor a Dios y a todas las personas con las que convivamos, y a todas las personas del mundo, niños, mayores y ancianos. ¿Qué le regalaremos hoy a Jesús? Es bueno regalar cosas, pero mucho más valioso es regalar a Dios nuestro propósito de vivir con más generosidad y fidelidad nuestros compromisos matrimoniales, sacerdotales, religiosos, laicales y profesionales. Y junto a esto, que seamos ESTRELLAS que señalemos a los demás el camino al Dios verdadero encarnado en Cristo Jesús, que es la ESTRELLA VERDADERA:
a) Para los niños, las primeras estrellas que les alumbran y les guían a Jesús son sus padres.
b) Para nuestros súbditos, la estrella que les conduce a Cristo son los superiores.
c) Para los alumnos, los maestros.
d) Para nuestros parroquianos, la estrella es el párroco, los sacerdotes y los catequistas que sirven con amor y alegría en las parroquias.
e) Para nuestras diócesis, la estrella es el obispo.
f) Para la Iglesia Universal, la estrella es el papa y los obispos en comunión con Él
¡Qué grande responsabilidad tenemos! Somos estrellas que llevamos a los demás a Cristo. Orientamos, no forzamos. Más con el testimonio que con las palabras. La estrella aparece para orientar, no para arrastrar. Como la estrella de Belén.
Señor Jesús, que a imitación de los Magos de Oriente vayamos también nosotros a adorarte en tu casa que es el Templo. Qué te llevemos el oro de nuestras ofrendas, el incienso de nuestra oración fervorosa, y la mirra de los sacrificios que hacemos para permanecer fieles a Ti. Amén. Les mando a cada uno la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.