Miércoles 9 de septiembre
RESUMEN DEL EVANGELIO, MIÉRCOLES 9 DE SEPTIEMBRE
Lucas 6, 20-26: En aquel tiempo, Jesús alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas.
»Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto. ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas».
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MI COMENTARIO
Todos anhelamos la felicidad. Pero, ¿dónde está la felicidad, quiénes son los auténticos felices para Cristo? Hoy el evangelio nos responde.
1. Si hacemos una encuesta sobre quiénes son felices, muchos responderían: felices son los que tienen dinero, fama, salud, bienestar, amor. Miden la felicidad en estas cosas, que por otra parte son pasajeras, relativas. Todo ser humano quiere ser feliz. Es un hecho.
2. Hoy Jesús nos hace un retrato del hombre feliz, que evangélicamente es sinónimo de santo: “Felices, santos son aquellos…”
a) Que son pobres de espíritu, es decir, desprendidos, que saben poner el dinero en su lugar y usarlo para llevar una vida digna, dar una buena educación a los hijos y ayudar a los más necesitados.
b) Que son hambrientos de Dios y de valores morales y evangélicos y le piden a Dios en la oración que les sacie su hambre de Él.
c) Que lloran los males de la humanidad y los pecados y tratan de repararlos con la penitencia, la oración y las lágrimas.
d) Que saben sufrir sin tanto alboroto, sobre todo, si sufren por ser fieles a Cristo y a su evangelio
3. Estas bienaventuranzas son como el “carnet” de identidad de todo seguidor de Cristo, dijo en cierta ocasión el papa Francisco. Y a decir verdad son difíciles de practicar. No todos quieren poner su huella en ese carnet. Necesitamos la gracia de Dios para vivirlas a fondo todos los días y ser realmente felices e irradiar felicidad a nuestro alrededor. Lo que Jesús nos plantea en el Sermón de la montaña es una verdadera revolución. Pero no de armas ni de ideologías. Es una revolución —quizá la única— que de verdad cala hasta la más profundo del corazón humano. Contrastándonos con ellas podemos discernir qué nos falta para ser más como Jesús, y qué nos sobra para reflejar su rostro auténticamente; podemos purificar nuestro modo de pensar, de sentir y de actuar de modo que seamos ciudadanos de su Reino en este mundo.
Pidamos hoy a Jesús que nos ayude a comprender y a vivir mejor estas bienaventuranzas. Sabemos que el maligno nos propone otro estilo de vida. No hagamos caso. Pertenecemos a Jesús. Seguimos a Jesús. Estas bienaventuranzas expresan el corazón de la Buena Nueva traída por Cristo. Les mando a cada uno la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.