RESUMEN DEL EVANGELIO, LUNES 5 DE JULIO
Mateo 9, 18-26: Mientras Jesús les estaba diciendo estas cosas, se presentó un alto jefe y, postrándose ante él, le dijo: «Señor, mi hija acaba de morir, pero ven a imponerle tu mano y vivirá».
Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.
Entonces se le acercó por detrás una mujer que padecía de hemorragias desde hacía doce años, y le tocó los flecos de su manto,
pensando: «Con sólo tocar su manto, quedaré curada».
Jesús se dio vuelta, y al verla, le dijo: «Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado». Y desde ese instante la mujer quedó curada.
Al llegar a la casa del jefe, Jesús vio a los que tocaban música fúnebre y a la gente que gritaba, y dijo:
«Retírense, la niña no está muerta, sino que duerme». Y se reían de él.
Cuando hicieron salir a la gente, él entró, la tomó de la mano, y ella se levantó.
Y esta noticia se divulgó por aquella región.
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MI COMENTARIO
La fe conmueve a Jesús y premia esa fe con milagros. Hoy reflexionemos en estos dos milagros para que aprendamos la lección:
1. La fe de Jairo ante el poder divino de Jesús: acude a Jesús con confianza, se arrodilla con humildad, le expone su problema con sinceridad y cree firmemente en que Jesús puede curar a su hija, que acaba de morir. La fe de Jairo curó a su hija. Arrancó de Jesús el milagro. La fe es el billete para convencer a Jesús.
2. La fe de esta mujer que padecía flujos de sangre desde hacía muchos años: también se acerca humildemente a Jesús, le toca con fe el manto, consciente de que Jesús puede curarla. La fe curó a esta mujer. Otra vez: la fe es la llave para abrir el corazón de Jesús y sacar de él los milagros. No fue Jesús quien quedó impuro al ser tocado por esta mujer “impura”, según los judíos de ese tiempo, sino que fue esta mujer la que quedó pura al tocar a Jesús, el tres veces santo y puro.
3. Conclusiones: parece que Dios se deja manipular por nuestra fe, es decir, ante nuestra fe Él saca lo mejor de su divinidad: la curación. No podemos dudar nunca del poder de Jesús. Basta que tengamos fe y confianza y seremos curados.
Está claro lo que hoy tenemos que aprender: pedir a Dios nos aumente nuestra fe, para que acudamos a Él en la oración y le expongamos con sinceridad y confianza nuestros problemas, nuestras enfermedades, nuestras crisis y desalientos. Cada uno sabe de qué pie cojea. Ánimo, acudamos a Jesús en la oración. Abramos de par en par nuestro corazón. El resto lo hará Él. Dice san Agustín: «la fe hace brotar la oración, y la oración —en cuanto brota— alcanza la firmeza de la fe». No olvidemos la alabanza que mereció Santa María: «¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (Lc 1,45). Les deseo una semana llena de bendiciones. Les mando a cada uno la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.