RESUMEN DEL EVANGELIO, VIERNES 4 DE MARZO
Mateo 9, 14-15: Hoy Dios nos invita a valorar y a vivir la práctica del ayuno.
En aquel tiempo, se le acercan los discípulos de Juan y le dicen: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, y tus discípulos no ayunan?». Jesús les dijo: «Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán».
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MI COMENTARIO
1. El centro de la Cuaresma no son los ayunos; sino la conversión, el cambio de vida, el corregir algo que Dios nos pide para llegar a la Pascua bien preparados y purificados. Lo otro -ayuno, actos de caridad, oración- son medios, necesarios pero medios. “Convertíos a mí de todo corazón, con ayuno, con llanto y con lamento. Rasgad vuestros corazones y no vuestros vestidos. Convertíos al Señor, vuestro Dios, porque es clemente y compasivo” (Jl 2, 12-13). Convertirnos al Señor es una respuesta de amor. “El ayuno -dice san Pedro Crisólogo-, es el alma de la oración, y la misericordia es la vida del ayuno. Que nadie trate de dividirlas, pues no pueden separarse. El ayuno no germina si la misericordia no lo riega, el ayuno se torna infructuoso si la misericordia no lo fecundiza; lo que es la lluvia para la tierra, eso mismo es la misericordia para el ayuno. Por más que perfeccione su corazón, purifique su carne, desarraigue los vicios, y siembre las virtudes, como no produzca caudales de misericordia, el que ayuna no cosechará fruto alguno” (San Pedro Crisólogo, Sermón 43).
2. ¿Cuál es, pues, el verdadero ayuno? Ya el profeta Isaías, en la primera lectura de hoy, comenta cuál es el ayuno que Dios aprecia: «Partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo y no desentenderte de los tuyos. Entonces surgirá tu luz como la aurora, enseguida se curarán tus heridas, ante ti marchará la justicia, detrás de ti la gloria del Señor» (Is 58,7-8). A Dios le gusta y espera de nosotros todo aquello que nos lleva al amor auténtico con nuestros hermanos.
3. El ayuno debería conducirnos a una apertura mayor para con los demás. Ayunar para poder dar a los más pobres. Si la falta de caridad continúa, si la injustica está presente en nuestro modo de actuar con los demás, poco puede agradar a Dios nuestro ayuno y nuestra cuaresma. El ayuno cuaresmal debe ir unido a la caridad, a la justicia, a la ayuda concreta a los marginados, a la amnistía concedida a los que tenemos “secuestrados”, porque ya no les hablamos ni les miramos, ya sean de nuestra familia o demás personas, a quienes nos cuesta aceptar, porque no nos caen bien.
Muchos ayunan por prescripción médica, para guardar la línea o evitar el colesterol y las grasas excesivas. Los cristianos somos invitados, como señal de nuestra conversión pascual, a ejercitar alguna clase de ayuno en esta cuaresma para aligerar el espíritu, para no quedar embotados con tantas cosas, para sintonizar mejor con ese Cristo que camina hacia la cruz y también con tantas personas que no tienen lo suficiente para vivir dignamente. El ayuno nos hace libres. Nos ofrece la ocasión de poder decir “no” a la sociedad de consumo en que estamos sumergidos y que continuamente nos invita a más y más gastos para satisfacer necesidades que nos creamos nosotros mismos. Ayunemos a nuestro egoísmo, sensualidad, apetencias de poder y de orgullo. Y ayudemos a los demás. Todo esto agrada a Dios.
Les deseo un feliz fin de semana a todos ustedes. Y les mando a cada uno la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.