MARTES 31 DE MARZO, JUAN 8, 21-30: En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos:«Yo me voy y vosotros me buscaréis, y moriréis en vuestro pecado. Adonde yo voy, vosotros no podéis ir». Los judíos se decían: «¿Es que se va a suicidar, pues dice: ‘Adonde yo voy, vosotros no podéis ir’?». El les decía: «Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Ya os he dicho que moriréis en vuestros pecados, porque si no creéis que Yo Soy, moriréis en vuestros pecados».
Entonces le decían: «¿Quién eres tú?». Jesús les respondió: «Desde el principio, lo que os estoy diciendo. Mucho podría hablar de vosotros y juzgar, pero el que me ha enviado es veraz, y lo que le he oído a Él es lo que hablo al mundo». No comprendieron que les hablaba del Padre. Les dijo, pues, Jesús: «Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy, y que no hago nada por mi propia cuenta; sino que, lo que el Padre me ha enseñado, eso es lo que hablo. Y el que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a Él». Al hablar así, muchos creyeron en Él.
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MI COMENTARIO
Miremos la cruz de Cristo.
1. Quien mire fijamente al Crucificado se curará de las mordeduras de tanta serpiente tentadora. Jesús crucificado y glorificado es el resumen de todos los misterios, la clave de nuestra fe, la medicina para nuestras enfermedades. Desde la cátedra cruz, Cristo nos da las grandes lecciones, no teóricas, sino prácticas: lección del perdón y misericordia a los hombres, de la obediencia a su Padre, de la entrega fiel hasta el final. Por eso san Pablo decía: “No conozco sino a Cristo, y a este crucificado” (1 Corintios 2, 2). Francisco de Asís mirando al Señor crucificado, se curó de la fiebre de sus pasiones mundanas y carnales. Teresa de Jesús, lo mismo que Pedro, no pudo sostener la mirada de Jesús en vivo o en un “Ecce homo”. Contemplando a Cristo en la cruz, curaremos de nuestras tibiezas y mordeduras del pecado, como el pueblo de Israel en la primera lectura de hoy.
2. Miremos la cruz de Cristo. ¿Qué vemos? Dos palos y un cuerpo clavado en esa cruz. Un palo vertical y uno horizontal.
a) El palo vertical apunta al cielo, simbolizando la reconciliación con Dios que nos trajo Jesús con su muerte. Y ese palo vertical está clavado en el suelo, simbolizando que esa salvación y medicina que nos trajo Jesús se metió hasta lo más hondo de nuestra carne y espíritu.
b) El palo horizontal simboliza la reconciliación entre los hombres, traída por Cristo: ya no somos judíos ni cristianos, griegos o romanos, musulmanes o budistas, católicos o protestantes. En Cristo todos somos hermanos. Con su muerte, Cristo nos ha hermanado.
c) Y en esa cruz vemos también un cuerpo destrozado, desnudo, deshecho, azotado. Quien clave los ojos en él se curará de las picaduras del odio, de los rencores, malquerencias, desenfrenos, pecados.
Alguien en estos días estaba proponiendo poner una cruz, grande o pequeña, qué más da, fuera de su casa, para rezar a Dios por el fin de la pandemia. Al igual que esa cruz que en 1522 paró la peste en Roma, y que el Papa Francisco hizo presidir el otro día en la bendición Urbi et Orbi…esa misma cruz, colocada en nuestros hogares y fuera de nuestras casas, bien visible, parará la fuerza de este terrible virus. ¿Por qué no? ¿Tenemos o no tenemos fe? ¿Es o no es omnipotente Dios? Ánimo, tengamos fe y vivamos esa fe en la caridad con nuestros hermanos. Les mando a cada uno la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.