DOMINGO 29 DE NOVIEMBRE
RESUMEN DEL EVANGELIO, DOMINGO 29 DE NOVIEMBRE
MARCOS 13, 33-37: En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: «Estad atentos y vigilad, porque ignoráis cuándo será el momento. Al igual que un hombre que se ausenta deja su casa, da atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, y ordena al portero que vele; velad, por tanto, ya que no sabéis cuándo viene el dueño de la casa, si al atardecer, o a media noche, o al cantar del gallo, o de madrugada. No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos. Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Velad!».
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MI COMENTARIO
Hoy iniciamos el nuevo año litúrgico, ciclo B. Nos acompañará durante todo el año el evangelista san Marcos. Y lo iniciamos con el Adviento.
1. Adviento es un tiempo anual para contemplar la venida de Cristo al mundo, esperarla, desearla, prepararla en nuestras vidas y, en definitiva, celebrarla. La venida histórica de Cristo, que conmemoramos en la Navidad, deja en nosotros el anhelo de una venida más plena. Por eso decimos que el Adviento celebra una triple venida del Señor: (1) la histórica, cuando asumió nuestra misma carne para hacer presente en el mundo la Buena Noticia de Dios; es la venida en Belén (2) la que se realiza ahora, cada día, a través de la Eucaristía y de los demás sacramentos, y a través de tantos signos de su presencia, comenzando por el signo de los hermanos, y de los hermanos pobres; (3) y finalmente, la venida definitiva, al final de los tiempos, cuando llegará a plenitud el Reino de Dios en la vida eterna. ¿Qué necesitamos? Estar atentos y vigilantes en la esperanza, preparar y limpiar el corazón, y acogerlo con alegría, como Juan Bautista, María y José. ¡Ven, Señor Jesús, y no tardes!
2. Resumiendo las lecturas de hoy, diremos lo siguiente: Nuestro Amo y Señor, que se ha ido de viaje y a quien vemos con la fe, puede volver a casa en cualquier momento. Nosotros, servidores de este Amo, debemos estar preparados (evangelio) para recibirle cuando llegue y darle cuenta de la administración de los bienes y dones de su viña (segunda lectura y salmo) que nos confió con tanta confianza y amor. No endurezcamos nuestro corazón, alejándonos de sus mandamientos y consignas dadas para la fiel administración de estos bienes (primera lectura).
3. Preparémonos. Primero, firmes en la fe para no dejarnos llevar por el oleaje de las falsas ideologías y los errores del tiempo (ideología del género, manipulación del lenguaje genético, confusión doctrinal deliberada, proclive al inmanentismo y al mito del progreso indefinido y del paraíso en la tierra…) y no perder nunca de vista la patria definitiva. Segundo, siendo sobrios y vigilantes para usar y no abusar de las cosas de este mundo, no echar raíces demasiado querenciosas en esta tierra, porque la figura de este mundo desaparece. Así pasaremos por los bienes temporales sin perder los eternos. Y tercero, viendo a Cristo en el hermano más necesitado y ayudarlo.
Digamos como decían los primeros cristianos: “¡Maranatha!”, Ven, Señor. Ven, Señor Jesús, ven a nuestros corazones, renaciendo en la fiesta de Navidad. Ven al fin de los tiempos, clausurando la historia del mundo con tu amor. Pero ven también ahora en la Eucaristía, en este sacramento que debemos celebrar “hasta que vuelvas”. Y cuando entres en nuestras almas deposita la semilla de la esperanza. Haz que no saquemos el pasaporte definitivo en este mundo transeúnte. Que tu Madre Santísima nos tome de la mano para no perdernos en este camino a la eternidad. Les mando la bendición de Dios a cada uno de ustedes, P. Antonio Rivero, L.C.