VIERNES 29 DE ENERO
RESUMEN DEL EVANGELIO, VIERNES 29
Marcos 4, 26-34: En aquel tiempo, Jesús decía a la gente: «El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega».
Decía también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra». Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas, según podían entenderle; no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado.
___________________________
MI COMENTARIO
Dos imágenes más: la semilla y la mostaza.
1. La semilla: ¿en qué fase estoy de la semilla: en tallos, espiga, grano y fruto? Ya dijimos que esa semilla es la Palabra de Dios que tiene una fuerza misteriosa y llamada a crecer, si no se le pone obstáculos. Basta regar esa semilla con la oración. Basta abonar, arar y escardar esa semilla con sacrificios. Basta vigilar esa semilla para que no venga el enemigo y nos la robe.
a) Cristianos que se quedan en solo tallo: son inmaduros y no colaboran nada con la semilla.
b) Cristianos que se quedan en solo espiga: se quedan en apariencia y en vanidad, haciendo todo para que vean el color y el tamaño de esa espiga. Pero no hay frutos.
c) Cristiano que da grano y fruto: ¡qué maravilla! Estos frutos son las virtudes que compartimos con quienes están a nuestro lado: fe, esperanza, amor, amistad, fortaleza, justicia, solidaridad, honestidad, fidelidad. Estos son los frutos que Dios quiere de nosotros.
2. La mostaza: es la más pequeña de las simientes, pero que llega a ser un arbusto notable, si no se le pone obstáculo. Otra enseñanza podemos meditar aquí: no queramos conseguir frutos apoteósicos y grandes. La mostaza tiene su ritmo y crece en el silencio. Apenas se ve, apenas se nota. Hay que tener paciencia y seguir cuidando esa mostaza. El protagonista del crecimiento de esa mostaza es Dios, y no nuestras cualidades. Confiemos más en Dios que en nuestros talentos. No exijamos frutos a corto plazo. No absoluticemos nuestros méritos y sin demasiado miedo al fracaso. ¡Sin mí no podéis hacer nada! ¡Cuántos santos dieron su fruto en el silencio de su vida en conventos y monasterios: san Rafael Arnáiz, santa Teresita de Lisieux, san Bruno….! Otros sí dieron frutos sonantes y cantantes: santa Teresa de Jesús, san Alberto Hurtado, san Francisco de Sales, san Ignacio de Loyola, santo Domingo de Guzmán, san Padre Pío de Pietrelcina, san Francisco de Asís, el rey san Fernando, etc.
3. Cada uno de nosotros veamos cómo va creciendo la semilla del evangelio que Dios sembró en nuestra alma el día del bautismo. Veamos qué frutos estamos dando en nuestra familia, en la parroquia, en nuestros grupos, en el trabajo. Dejemos a Dios llevar el ritmo de nuestro progreso espiritual. Y si hay un fruto que le gusta mucho a Dios es la humildad. El humilde no pone obstáculos a Dios y tiene paciencia, dejando a Dios que lleve el ritmo de su vida.
¡Feliz viernes, amigos! Les mando la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.