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Evangélio 28 Marzo|Creyeron en la palabra de Jesús

RESUMEN DEL EVANGELIO, LUNES 28 DE MARZO

Juan 4, 43-54: En aquel tiempo, Jesús partió de Samaría para Galilea. Jesús mismo había afirmado que un profeta no goza de estima en su patria. Cuando llegó, pues, a Galilea, los galileos le hicieron un buen recibimiento, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. Volvió, pues, a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino.

Había un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm. Cuando se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue donde Él y le rogaba que bajase a curar a su hijo, porque se iba a morir. Entonces Jesús le dijo: «Si no veis señales y prodigios, no creéis». Le dice el funcionario: «Señor, baja antes que se muera mi hijo». Jesús le dice: «Vete, que tu hijo vive».

Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Cuando bajaba, le salieron al encuentro sus siervos, y le dijeron que su hijo vivía. El les preguntó entonces la hora en que se había sentido mejor. Ellos le dijeron: «Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre». El padre comprobó que era la misma hora en que le había dicho Jesús: «Tu hijo vive», y creyó él y toda su familia. Esta nueva señal, la segunda, la realizó Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.
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MI COMENTARIO

La fe arranca los milagros de Jesús, como le sucedió a este padre de familia, cuyo hijo estaba enfermo y pidió a Jesús la curación. ¿Cómo está nuestra fe? ¿A quiénes invitamos y llevamos a Jesús para que los cure?

1. Jesús es nuestro Médico y Sanador, de cuerpo y alma. Sus manos, boca y ojos, todo su cuerpo es un conducto de la energía de Dios. ¿Para qué es la energía de Dios, el propósito de Dios? Para corregir un mundo que anda mal, un mundo que sufre. A través de cada poro de su cuerpo, Jesús expresa el amor sanador de Dios. El ministerio de curación de Jesús expresa la intención última de Dios para el mundo: traernos la salud del cuerpo y del alma. Él no está esperando que el pecador, el que sufre, el marginado venga a Él. En el amor y la humildad, Él va hacia ellos. El mismo Jesús, resucitado de la muerte, presente y vivo en la Iglesia, sigue buscándonos, entrando en nuestros hogares —no espera que vayamos arrastrándonos hacia Él, sino que nos busca con amor y humildad—. La verdadera enfermedad, lo más difícil de curar es el corazón humano, especialmente cuando está lleno de cosas superficiales y egoístas o cuando cree que no necesita a Dios.
2. Pero pide FE: esta fe arranca ese milagro de Jesús incluso a distancia. No acude a Cafarnaúm para curar directamente al enfermo, sino que sin moverse de Caná hace posible el restablecimiento: «Le dice el funcionario: ‘Señor, baja antes que se muera mi hijo’. Jesús le dice: ‘Vete, que tu hijo vive’» (Jn 4,49.50). En este funcionario tenemos un auténtico ejemplo de fe. La fe no es el final de la historia, el punto de llegada, sino el comienzo de una aventura apasionante. Creer implica ponerse en camino, no quedarse cómodamente en sus peticiones y pesares. Por eso hoy, a menos de dos semanas del Domingo de Ramos, el Señor Jesús nos vuelve a preguntar por el sentido fundamental de tu vida: ¿hacia dónde caminamos? ¿de quién nos fiamos? ¿qué alimenta nuestra vida? Estamos de nuevo ante esa decisión: los judíos rechazaron a Jesús, los discípulos creyeron en él. Y tú, ¿qué camino tomas?
3. En este evangelio también tenemos la dimensión de la caridad. Estamos llamados a expulsar el mal, las tristezas en todos los ámbitos: en nuestra casa, trabajo, escuela, lugares de diversión, comunidad. Debemos abrir estos espacios a Cristo para que Él nos traiga la salud del alma, y del cuerpo, si es la voluntad de Dios. En este tiempo de Covid, ¡cuántos se han ido sanando, no sólo con medicinas e inyecciones, sino también con la mejor medicina: el amor, el cariño, la cercanía, la sonrisa, la bondad….fruto de nuestra fe en ese hermano enfermo, que es el cuerpo “sufriente” de Cristo, como tantas veces nos ha dicho el papa Francisco. Podemos ayudar a nuestros pobres, y sanarlos de su tristeza. Podemos dar una alegría a mucha gente que está muy distante de nosotros con una llamada de teléfono, una carta o un correo electrónico. Así hizo Jesús con este enfermo de hoy.

¡Feliz semana a todos. Les mando la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.