Share

Evangelio 28 Agosto |Velad pues porque no sabría ni el día ni la hora

VIERNES 28 DE AGOSTO, SAN AGUSTÍN DE HIPONA.

RESUMEN DEL EVANGELIO, VIERNES 28 DE AGOSTO
SAN AGUSTÍN DE HIPONA (354-430): nacido en África. Pecador y santo.

Mateo 25, 1-13: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes, que, con su lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio. Cinco de ellas eran necias, y cinco prudentes. Las necias, en efecto, al tomar sus lámparas, no se proveyeron de aceite; las prudentes, en cambio, junto con sus lámparas tomaron aceite en las alcuzas. Como el novio tardara, se adormilaron todas y se durmieron. Mas a media noche se oyó un grito: ‘¡Ya está aquí el novio! ¡Salid a su encuentro!’. Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: ‘Dadnos de vuestro aceite, que nuestras lámparas se apagan’. Pero las prudentes replicaron: ‘No, no sea que no alcance para nosotras y para vosotras; es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis’. Mientras iban a comprarlo, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras vírgenes diciendo: ‘¡Señor, señor, ábrenos!’. Pero él respondió: ‘En verdad os digo que no os conozco’. Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora».
__________________________________
MI COMENTARIO

La lámpara de nuestra alma, ¿tiene el aceite suficiente de nuestra fe para iluminar nuestro camino y a nuestro alrededor? Miremos a san Agustín.

1. El día del bautismo se nos dio la lámpara de la fe para caminar firme y sin tropezar por la vida. Sabemos que hay días nublados, y sin la lámpara de la fe encendida nos caemos en cualquier barranco y nos desviamos. Y sin la fe, nuestra vida no tiene sentido, es incolora, inodora e insípida.
2. ¿Qué tenemos que hacer con esa lámpara de la fe?
a) Tenemos que alimentarla todos los días con la oración y la lectura de la Biblia.
b) Tenemos que protegerla de los vientos que soplan durante nuestro caminar. Vientos contrarios a nuestra fe y moral, de enemigos de la Iglesia y de la fe. ¡Cuidado!
c) Tenemos que compartir nuestra luz de la fe a nuestro alrededor, a esos hermanos que tal vez estén necesitados de nuestro testimonio de fe. En nuestro hogar, en la parroquia, en el trabajo, en las comunidades, entre los amigos.
3. Miremos ahora a san Agustín, el hijo de santa Mónica, que tardó 33 años para convertirse a Dios. Ya dijimos ayer que su madre rezaba y rezaba por la conversión de su hijo. Y Dios le dio esta alegría. Y una vez que se convirtió a Dios, Agustín expió sus pecados de juventud, que fueron muchos y graves, y comenzó a llevar una vida santa leyendo la Biblia y rezando, y por donde iba brillaba la lámpara de su fe de una manera portentosa. El versículo fundamental que le dio el último empujón para la conversión se encuentra en Romanos 13, 13-14: «Nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos…revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupeís de la carne para satisfacer sus concupiscencias». Hoy es santo y doctor de la Iglesia, porque supo defender y explicar la fe contra todos los herejes de su tiempo, que estaban oscurecidos por el error. Por clamor del pueblo fue obispo y también canonizado, una vez muerto. ¡Tanto brillaba su luz!

Pidamos hoy la intercesión de san Agustín por todos nuestros hermanos extraviados, para que, como Agustín de Hipona, se encuentren con Dios, lo acepten, y se conviertan. Y puedan llegar al final de su vida la lámpara de su fe encendida. Les mando a cada uno la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.