MIÉRCOLES 27 DE ENERO
RESUMEN DEL EVANGELIO, MIÉRCOLES 27 DE ENERO
MARCOS 4, 1-20: En aquel tiempo, Jesús se puso otra vez a enseñar a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a Él que hubo de subir a una barca y, ya en el mar, se sentó; toda la gente estaba en tierra a la orilla del mar. Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas. Les decía en su instrucción: «Escuchad. Una vez salió un sembrador a sembrar. Y sucedió que, al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino; vinieron las aves y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó enseguida por no tener hondura de tierra; pero cuando salió el sol se agostó y, por no tener raíz, se secó. Otra parte cayó entre abrojos; crecieron los abrojos y la ahogaron, y no dio fruto. Otras partes cayeron en tierra buena y, creciendo y desarrollándose, dieron fruto; unas produjeron treinta, otras sesenta, otras ciento». Y decía: «Quien tenga oídos para oír, que oiga».
Cuando quedó a solas, los que le seguían a una con los Doce le preguntaban sobre las parábolas. El les dijo: «A vosotros se os ha dado comprender el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas, para que por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone».
Y les dice: «¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, entonces, comprenderéis todas las parábolas? El sembrador siembra la Palabra. Los que están a lo largo del camino donde se siembra la Palabra son aquellos que, en cuanto la oyen, viene Satanás y se lleva la Palabra sembrada en ellos. De igual modo, los sembrados en terreno pedregoso son los que, al oír la Palabra, al punto la reciben con alegría, pero no tienen raíz en sí mismos, sino que son inconstantes; y en cuanto se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumben enseguida. Y otros son los sembrados entre los abrojos; son los que han oído la Palabra, pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y las demás concupiscencias les invaden y ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Y los sembrados en tierra buena son aquellos que oyen la Palabra, la acogen y dan fruto, unos treinta, otros sesenta, otros ciento».
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MI COMENTARIO
La imagen de la semilla y los tipos de terreno. ¿A cuál me parezco? Dios es el sembrador. La semilla es la Palabra de Dios. Los tipos de terreno somos cada uno de nosotros. Fijémonos en los tipos de terreno, porque ahí está el problema. Son los que ponen obstáculos y dificultades a la Palabra:
1. Los superficiales que están en la vereda, y se dejan pisar por tantos ruidos, gente, dados al chisme, pero nunca meditan la Palabra. Están a la caza de novedades, ideologías, modas. Son personas sin peso, sin convicciones profundas. No han calado en la fe. Y cuando cae la Palabra de Dios, los pájaros del camino se la comen. Y nunca crece ni madura en su fe y amor a Dios. Los escuchas hablar y son hombres vacíos y sin resonancia interior.
2. El terreno pedregoso: son aquellos que reciben con alegría la Palabra, pero no echan raíces y ante un problema o contrariedad a causa de la Palabra, la abandonan, porque esa Palabra exige cambio, conversión de cosas que no concuerdan con el evangelio de Jesús. Y ellos no quieren quitar esas piedras del desaliento, de la dejadez. Prefieren sentarse en sus piedras que les hacen personas cómodas.
3. El terreno entre espinas y cardos representa a aquellos que con sus propias preocupaciones y deseos y vicios asfixian la Palabra, y este terreno se queda estéril. Están demasiado preocupados por las cosas materiales. ¿Te asfixian tus vicios y malas costumbres? ¿A qué esperas para echarlos en la fogata de Dios?
4. El terreno bueno: son aquellos dóciles, atentos a esa semilla. La riegan con la oración, la abonan con el sacrificio, la escardan quitando los hierbajos que sofocarían esa semilla. Unos aquí darán 100, otros 60 y otros 30, según las cualidades que Dios les ha dado. Lo importante es que son generosos, maduros en su fe y convicciones católicas.
Díganme ustedes qué frutos están cosechando a nivel personal, matrimonial, familiar, profesional. Sólo así podremos responder a esa pregunta: ¿qué tipo de terreno somos? Si experimentamos frutos de fe, confianza, amor a Dios, sinceridad, solidaridad, honestidad, piedad, alegría, entusiasmo, fidelidad a los compromisos en la vida matrimonial, sacerdotal, religiosa. ¡Buena señal! Esa semilla de Dios ha caído en buen terreno y esas personas ayudan a forjar en este mundo la civilización de la justicia, de la paz y del amor. Sería un pedazo de cielo ya aquí. No adelantemos el infierno, por favor. Quitemos toda piedra. Arranquemos todos los cardos. Metámonos en el campo de Dios, que es la Iglesia. El fruto que dio María fue Jesús. Y, ¿nosotros? Les mando a cada uno la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.