Evangelio 26 Enero | La cosecha es abundante pero los obreros pocos

MARTES 26 DE ENERO
SANTOS TIMOTEO Y TITO, OBISPOS COMPAÑEROS DE SAN PABLO APÓSTOL

RESUMEN DEL EVANGELIO, MARTES 26 DE ENERO
MEMORIA DE LOS SANTOS TIMOTEO Y TITO, OBISPOS Y DISCÍPULOS DE SAN PABLO APÓSTOL

Marcos 3, 31-35: En aquel tiempo, llegan la madre y los hermanos de Jesús, y quedándose fuera, le envían a llamar. Estaba mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen: «¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan». Él les responde: «¿Quién es mi madre y mis hermanos?». Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre».
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MI COMENTARIO

1. Cristo ha venido a formar una familia en el espíritu, cuyo ejemplo ha sido María Santísima. Y pone dos condiciones: escuchar la Palabra de Dios y cumplirla. María toda su vida fue escuchar la Palabra, desde la Anunciación, allá en Nazaret, pasando por su ida al templo para presentar a su Hijo escuchando a Simeón, y cuando llevó a su Hijo a los 12 años a Jerusalén, hoy en esta escena única, y finalmente, en el Calvario. María, oyente de la Palabra de Dios, que no siempre fue fácil entenderla. ¿Qué hacía Ella cuando no la entendía? La meditaba en su corazón, en la oración. Escuchó atentamente la Palabra de Dios y la cumplió fielmente toda su vida, aunque eso le costó lágrimas y sufrimiento.
2. A nosotros también Jesús nos invita a entrar en esta nueva familia espiritual. Examinemos si estamos cumpliendo las dos condiciones que nos pide Jesús: escuchar la Palabra de Dios y cumplirla:
a) Escuchar la Palabra de Dios, que nos viene a través de la lectura atenta de la Biblia; a través de la Iglesia y sus pastores, Papa, obispos, sacerdotes; a través de las circunstancias de cada día también Dios nos habla: ahora el coronavirus, o una enfermedad, o un éxito o fracaso, una dificultad; también Dios nos habla a través del pobre y necesitado. ¿Escuchamos a Dios o nos tapamos los oídos del alma con nuestro egoísmo e indiferencia?
b) Y cumplirla fielmente, aunque no la entendamos. Hagamos como María: meditar esa Palabra en el corazón y en la oración. Cumplirla siempre. Cumplirla por amor. No tenemos que inventar nada. Esa Palabra de Dios se sintetiza en el cumplimiento de los mandamientos de Dios, de la Iglesia, en el mandamiento del amor, y en los deberes del propio estado de vida, como casado, como consagrado y célibe.

Hoy Cristo nos quiere mirar y decir, como dijo en esta escena: “El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”. Les mando a cada uno la bendición de Dios y la seguridad de mi oración, especialmente por los que están enfermos, tristes o necesitados de una palabra de aliento. P. Antonio Rivero, L.C.