Evangelio según San Mateo 10,17-22.
Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas.
A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos.
Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento,
porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes.
El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir.
Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará.
RESUMEN EVANGELIO, JUEVES 26 DE DICIEMBRE, SAN ESTEBAN, PRIMER MÁRTIR DEL CRISTIANISMO, MATEO 10, 17-22
¿Qué significa esta fiesta empapada de sangre en medio del encanto y la magia de la Navidad? ¿Por qué no suprimir esta fiesta que desentona en Navidad y trasladarla, tal vez, a la cuaresma?
1. Esta fiesta nos hace recordar que quien sigue a Cristo no se puede quedar sólo en panderetas, villancicos, turrones y dulces. Quien sigue a Cristo debe prepararse para ser testigo de Cristo, dar testimonio de Cristo, aunque tenga que dejar la sangre. Por tanto, desde ese portal de Belén, desde esa cueva, desde ese pesebre, sin muros, sin confort, sin seguridades humanas ya se percibe a lo lejos el Calvario y la cruz y las blasfemias de los enemigos de Jesús.
2. Miremos y pensemos en nuestros hermanos que han dado la vida por Cristo a lo largo de la historia: Pedro, crucificado boca abajo en el circo de Nerón; en Felicidad y Perpetua, arrojadas a los animales salvajes porque no querían negaban su fe; en Tomás Moro, quien resistió al rey Enrique VIII y pagó con su cabeza; en Pablo Miki, el jesuita Japonés, que fue crucificado por anunciar la fe cristiana; en el Padre Pro, quien fue asesinado a tiros por haber desafiado a un gobierno mexicano represivo gritando mientras le disparaban: «¡Viva Cristo Rey!», como también el niño san José Sánchez del Río; en Franz Jägerstätter y Dietrich Bonhoeffer, a quienes el régimen Nazi mató; en Maximiliano Kolbe, que murió en Auschwitz tomando voluntariamente el lugar de otro hombre. En san Óscar Romero asesinado en San Salvador. Y en tantos mártires de la guerra civil española. Y la lista sigue y sigue. De hecho, los mártires han venido de todos los rincones del mundo y han hablado griego, latín, francés, alemán, inglés, japonés, polaco y muchos otros idiomas.
3. Tal vez a ti no te pida Dios el martirio físico, terrible, pero tal vez te dé oportunidad Dios de ser martir con ese martirio moral, interior o ese martirio de cada día que yo llamo “martirio a alfilerazos”, no ya con palos, rifles, sino con alfileres, poco a poco: soportando con paciencia y caridad a quien está a tu lado, a ese obispo, superior que te ha tocado en tu diócesis, comunidad o en tu empresa, o en la escuela. Deberías ya poner en tu pasaporte católico, después de tu nombre: mártir de Cristo. Así serás reconocido por Cristo y por todos. Y no te extrañarás cuando te vengan las críticas o descalabros, por ser seguidor de Cristo. Esta fiesta de san Esteban te da la fuerza y te enseña a ser fiel a Cristo, también en los momentos duros, y no sólo en el periodo encantador y encantado de la Navidad.
Miremos a ese Niño de Belén envuelto en pajas, sufriendo el frío en ese portal de Belén y en unos días buscado por el rey Herodes para matarlo, y protejámosle de cuantos quieren asesinarlo, maltratarlo, escupirlo. Seamos auténticos mártires y testigos de Cristo hoy, ya sea con la sangre o “a alfilerazos”. Les mando a cada uno la bendición de Dios en Cristo Jesús Niño, P. Antonio Rivero, L.C.