Evangelio 25 Junio | Señor si quieres, puedes limpiarme

VIERNES 25 DE JUNIO

RESUMEN DEL EVANGELIO, VIERNES 25 DE JUNIO

Mateo 8, 1-4: En aquel tiempo, cuando Jesús bajó del monte, fue siguiéndole una gran muchedumbre. En esto, un leproso se acercó y se postró ante Él, diciendo: «Señor, si quieres puedes limpiarme». Él extendió la mano, le tocó y dijo: «Quiero, queda limpio». Y al instante quedó limpio de su lepra. Y Jesús le dice: «Mira, no se lo digas a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio».
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MI COMENTARIO

La curación de un leproso.

1. Veamos la situación del leproso en el tiempo de Jesús: el enfermo de lepra debía soportar, además de su penosa enfermedad, el rechazo de la sociedad que lo consideraba “impuro”. Debía mantenerse alejado de la comunidad no sólo por razones de higiene, sino también por motivos de carácter religioso: su aspecto repugnante ponía en evidencia que había sigo “herido y castigado por Dios”. Y acercarse a él significaría contraer una impureza -casi como entrar en contacto con un cadáver-. Era, pues, un segregado de la sociedad, un muerto en vida. Pero el leproso tiene fe y confianza en Jesús y le pide con humildad ser curado: “Si quieres, puedes limpiarme”. Lo reconoce como Médico divino. Fe, confianza, humildad, actitudes para ser curado por Jesús.
2. Veamos qué hizo Cristo: ¡Qué corazón tan sensible, tan humano y tan divino al mismo tiempo! Rompe barreras, y no sólo habla con el leproso, sino que además lo toca. Jesús con sus palabras y acciones lo libra de la lepra y lo cura.
3. ¿Y nosotros? El pecado es la peor lepra que nos puede contagiar. Si tememos tanto al Covid-19, ¿por qué no tenemos miedo al pecado, sobre todo, al pecado grave que ofende a Dios y nos degrada a nosotros y contagia a la sociedad? Acudamos a la confesión para ser limpiados por Jesús. Ahí seremos sanados y tocados por Jesús, como lo fue este leproso. Jesús nos toca y nos sana con los sacramentos, a través de la mediación eclesial. Nos incorpora a su vida por el agua del bautismo, nos alimenta con el pan y el vino de la Eucaristía, nos perdona a través de la mano de sus ministros extendida sobre nuestra cabeza.

Acerquémonos también nosotros al que sufre, extendamos nuestra mano hacia él, “toquemos” su dolor y démosle esperanza, para que se cure. Cristo nos quiere hacer “como” sacramentos de su gracia divina, para llevar la salvación divina a todos. Les mando la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.