RESUMEN DEL EVANGELIO, VIERNES 24 DE SEPTIEMBRE
Lucas 9, 18-22: ¿Quién es Jesús para mí?
Sucedió que mientras Jesús estaba orando a solas, se hallaban con Él los discípulos y les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos respondieron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta de los antiguos había resucitado». Les dijo: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro le contestó: «El Cristo de Dios». Pero les mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie. Dijo: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día».
________________________________
MI COMENTARIO
1. Los contemporáneos de Jesús tienen una visión equivocada o deficiente de su persona. Están, por una parte, los escribas y fariseos, que lo consideran un embustero: un endemoniado, que actúa influido por el príncipe de los demonios.
2. Están, en segundo término, los que creen que es simplemente un profeta. Como existía la creencia de que antes del Mesías vendría un profeta, Elías, Jeremías o algún otro, piensan que es uno de ellos.
3. Por otra parte, están los discípulos, que consideran que es el Mesías, el Ungido, pero un Mesías temporal, revanchista, victorioso, que aniquilará a los enemigos de Israel y hará de su pueblo una nación hegemónica.
4. La pregunta de Jesús: “¿Quién decís que soy yo?” sigue pidiendo respuesta a cada creyente. Naturalmente, no basta con afirmar verbalmente unos dogmas, cuyo contenido e implicaciones se ignoran, ni con estar dispuestos a creer lo que la Iglesia enseña. Es esencial que cada uno se pregunte quién es, de hecho, Jesús para él. También hoy muchos “cristianos” que tienen una imagen desfigurada de Jesús. Para unos es el Jesús sentimental de las cuitas, de los consuelos en las horas bajas; para otros es el Jesús del gran poder de las situaciones extremas; para otros es el Jesús legislador y promulgador de una moral.
5. ¿En qué Jesús creemos nosotros? La respuesta es vital porque nuestra fe en él ha de ser determinante para nuestra vida. Pedro y sus compañeros creían en un Jesús triunfalista, revestido de poder temporal, que dominara por la fuerza y a golpe de milagros. Por eso es lógico que Pedro lo agarrara y regañara para que no siguiera por el camino de la cruz y el martirio, ya que de este modo se truncarían todos sus planes de victoria.
Estos son los pasos para creer firmemente en Jesús: conocerlo en los evangelios, en los sacramentos, en la cruz, en el día a día. Amarlo con un amor hecho vida y entrega. Tratar de seguirlo e imitarlo en las virtudes que más sobresalen en Él. Y finalmente, transmitirlo por todas partes: en mi familia, en el trabajo, en la comunidad…con el testimonio de caridad y alegría, y, cuando es necesario, con la palabra, claro. Cristo es el único capaz de dar una respuesta definitiva a nuestros anhelos, necesidades y esperanzas. Seguir a Cristo implica estar dispuestos a la conflictividad, a la cruz, a compartir su suerte. Exige no dejarse domesticar por una sociedad superficial y consumista, y oponerse a los amigos y familiares cuando quieren llevarnos por caminos contrarios al Evangelio. ¿Podremos decir con san Pablo: “No conozco sino a Cristo y a ésta crucificado”? (1 Corintios 2,2). “Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo” (Gálatas 6, 14).
Les mando a cada uno la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.