RESUMEN DEL EVANGELIO, LUNES 2 DE MAYO
Jn 6,22-29: Después que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos le vieron caminando sobre el agua. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar, vio que allí no había más que una barca y que Jesús no había montado en la barca con sus discípulos, sino que los discípulos se habían marchado solos. Pero llegaron barcas de Tiberíades cerca del lugar donde habían comido pan. Cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm, en busca de Jesús.
Al encontrarle a la orilla del mar, le dijeron: «Rabbí, ¿cuándo has llegado aquí?». Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello». Ellos le dijeron: «¿Qué hemos de hacer para realizar las obras de Dios?». Jesús les respondió: «La obra de Dios es que creáis en quien Él ha enviado».
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MI COMENTARIO: en busca de Jesús
1. El hombre tiene sed de lo divino. Basta leer la historia de las civilizaciones antiguas: Grecia, Roma, Mesopotamia, Egipto, etc. Hoy veamos la sed de las sectas, esoterismo, etc.
2. Lo que no podemos hacer es someter a Dios a nuestros intereses y caprichos. Eso no. Dios es el Señor a quien debemos alabar, obedecer, adorar, agradecer. Y no, rebajarle para que Él nos sirva y nos limpie los zapatos. Algunos quieren hacer a Dios a su imagen y semejanza, y aprovecharle para sus fines políticos y sociales e incluso religiosos. Es lo que dice Jesús en el evangelio: «Vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado» (Jn 6,26). Jesús no se engaña. Sabe que no han sido capaces de leer las señales del pan multiplicado. Les anuncia que lo que sacia al hombre es un alimento espiritual que nos permite vivir eternamente (cf. Jn 6,27). Dios es el que da ese alimento, lo da a través de su Hijo. Todo lo que hace crecer la fe en Él es un alimento al que tenemos que dedicar todas nuestras energías.
3. Y nosotros, ¿por qué continuamos siguiendo a Jesús? ¿Qué es lo que nos proporciona la Iglesia? ¡Recordemos lo que dice el Concilio Vaticano II! ¿Estamos convencidos del bienestar que proporciona este alimento que podemos dar al mundo? Pero lo más irrisorio es que trabajamos por el metal que caduca, por las cosas que mueren. Ya lo decía San Pablo, nos esforzamos por el laurel de los vencedores (que se marchita al instante) y cuantas vigilias de entrenamiento por tan poco. ¡Qué pena que nadie nos haya enseñado a saber elegir! Hoy reflexionemos en esto y busquemos a Jesús por Él mismo. Él es el Salvador, el Pan de Vida, el Agua que sacia, el Buen Pastor, el Camino, la Verdad y la Vida.
Les mando a cada uno de ustedes la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.