Viernes 18 de septiembre
RESUMEN DEL EVANGELIO, VIERNES 18 DE SEPTIEMBRE
Lucas 8, 1-3: En aquel tiempo, Jesús iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce, y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.
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MI COMENTARIO
El papel de la mujer dentro de la Iglesia y del mundo: “Acompañaban a Jesús que le ayudaban con sus bienes”.
1. Antes de Cristo, la mujer era discriminada e ignorada completamente. Basta leer un poco las civilizaciones antiguas y a los grandes filósofos, Sócrates y Platón. El hebraísmo se nos muestra -como escribo en mi libro sobre Jesucristo- como una religión de varones. Rabi Simeón ben Jochai escribe en el año 150: “Todos se alegran con el nacimiento de un varón. Todos se entristecen por el de una niña”. Tres veces al día todo judío rezaba así: “Bendito seas tú, Señor, porque no me has hecho gentil, mujer o esclavo”. A lo que la mujer debía responder, agachada la cabeza: “Bendito sea el Señor que me ha creado según su voluntad”. Y el rabinismo de la época de Jesús repetía tercamente que “mucho mejor sería que la ley desapareciera entre las llamas, antes que ser entregada a las mujeres”. ¡Triste, muy triste!
2. Cristo vino a dar a la mujer su puesto y su dignidad. Se hizo acompañar por ellas, se hizo ayudar por ellas. Las trató con naturalidad, espontaneidad, sin afectación, con sumo respeto, discreción, dignidad y sobriedad, evitando el comportamiento chabacano, atrevido, peligroso. Nadie pudo echarle en cara ninguna sombra de sospecha en este aspecto delicado. Una mujer fue el primer testigo de su resurrección, María Magdalena a quien mandó ir a avisar a los apóstoles que estaba vivo.
3. Y la Iglesia también ha valorado siempre a la mujer. Ha estimado mucho su sensibilidad religiosa. Basta entrar a una iglesia para darse cuenta del puesto que la mujer tiene. Yo estuve 12 años en la parroquia Betania en Buenos Aires. Sin las santas mujeres no hubiera podido llevar adelante varios apostolados, especialmente la catequesis y otros ministerios: ministras de la comunión, animadoras en las residencias de ancianos, visitas a enfermos en hospitales. Ahí estaban siempre fieles. El 80 por ciento eran mujeres que nos ayudaban. La mujer no tiene que reclamar para ella el orden sacerdotal o diaconal, pues su misión es otra. María Santísima nunca reclamó para ella esa misión sacerdotal, a pesar de ser la más digna. Todos tenemos la misma dignidad dentro de la Iglesia, pero distinta función o ministerio. Incluso el papa Francisco ha puesto a mujeres en dicasterios del Vaticano. Y no digamos a monjas, religiosas y misioneras, ¡qué ministerio tan hermoso realizan en el mundo y en la Iglesia!
Gracias, mujeres que me escuchan, por toda su noble y necesaria labor en el mundo y en la Iglesia. Cristo les ha elevado en su dignidad. Agradézcanselo hoy en su oración. Y yo desde aquí les doy la gracias de todo corazón. Sin ustedes, la Iglesia católica no tendría esa sensibilidad femenina, tierna y delicada. Mando la bendición de Dios a todos ustedes, especialmente hoy a las mujeres. Les pongo en manos de la Virgen María, mujer como ustedes, P. Antonio Rivero, L.C.