Evangelio 15 Junio | Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan

MARTES 15 DE JUNIO

RESUMEN DEL EVANGELIO, MARTES 15 DE JUNIO

Mateo 5, 43-48: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: ‘Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo’. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial».
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MI COMENTARIO

En el sermón de la montaña sigue Jesús contraponiendo la ley antigua con el nuevo estilo de vida. Esta vez, en cuanto al amor a los enemigos. No odiar sino amar al enemigo. Antes de Cristo jamás se había oído este mensaje. Jamás. Perdonar al enemigo era debilidad, no virtud.

1. La primera consigna, “amarás a tu prójimo”, sí que estaba en el Antiguo Testamento. La segunda, “odia a tu enemigo”, era lo normal y natural en todas las culturas. Jesús nos lanza algo nuevo: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, y rueguen por los que os persiguen y calumnian”. ¡Qué difícil es este ideal que hoy nos lanza Jesús! Con nuestras propias fuerzas es imposible. Necesitamos tener en nuestro pecho un corazón nuevo, es más, el mismo corazón de Jesús.
2. Amar a los que nos son simpáticos y nos aman y nos saludan y nos hacen el bien es lo normal que todos hacen, y esto no tiene mérito. Es lo natural. El seguidor de Cristo tiene que hacer algo “extraordinario”: saludar a los que no nos saludan, amar a los enemigos, hacer el bien a los que nos aborrecen. ¡Qué duro y difícil es este lenguaje e ideal!
3. Y la consecuencia de esto, si vivimos esto…entonces nos podemos llamar cristianos, hijos de Dios, hermanos de Cristo, y podemos decir que vamos por el camino auténtico de la santidad y perfección. La santidad no consiste tanto en rezar mucho, sino en amar mucho, sobre todo, el amar a quienes nos han hecho el mal, nos han criticado y calumniado. Aquí está la cima y culmen de la santidad.

Por tanto, ¡fuera de nuestra vida los odios, las rencillas, las malquerencias, los rencores, el dejar de hablar a una persona porque nos hizo el mal! Superemos lo que es natural: ese poner buena cara solo a los amigos y mala cara a los antipáticos. No. Actuemos como Cristo y los santos: a todos perdonar, a todos poner buena cara, a todos ayudar y acoger, a todos llevemos amables palabras. ¿Estamos capacitados para dar este salto a lo cristiano? Sí, podemos, con la gracia de Dios que recibimos desde el día del bautismo y en la comunión. Lo primero que tenemos que perdonar a los otros es eso, el que sean “otros”, con su carácter, sus manías, sus opiniones, su manera de ser. Nos encontramos con personas de otra cultura, edad y formación y, a veces, de raza y de situación social diferentes. Entonces es cuando tenemos que recordar la consigna de amar a todos, como el Padre celestial, como Cristo, como los santos. ¡Todos somos hermanos, hijos del mismo Dios! Nos lo recordó el papa Francisco en la última encíclica “Fratelli tutti” del 3 de octubre de 2020, fiesta de san Francisco de Asís, el santo que vivió a fondo esta enseñanza de Jesús, esta dura lección que hoy tenemos que aprender y vivir todos. Les mando a cada uno la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.