RESUMEN DEL EVANGELIO, MARTES 14 DE SEPTIEMBRE
Lucas 7, 7, 16: No llores
11 Después de esto se dirigió Jesús a un pueblo llamado Naín.g Iba acompañado de sus discípulos y de mucha otra gente. 12 Al acercarse al pueblo vio que llevaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda. Mucha gente del pueblo la acompañaba. 13 Al verla, el Señor tuvo compasión de ella y le dijo:
–No llores.
14 En seguida se acercó y tocó la camilla,h y los que la llevaban se detuvieron. Jesús dijo al muerto:
–Muchacho, a ti te digo, ¡levántate!
15 Entonces el muerto se sentó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a la madre. 16 Al ver esto, todos tuvieron miedo y comenzaron a alabar a Dios diciendo:
–Un gran profeta ha aparecido entre nosotros.
También decían:
–Dios ha venido a ayudar a su pueblo.
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MI COMENTARIO
Hoy en Europa se celebra la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz, pero aquí en México esa fiesta se celebra el 3 de mayo.
1. Miremos a la madre: ¡cuánto dolor había en su alma! Viuda, su único hijo fallece. Triste y llorosa. Ella presidía la comitiva de la muerte y de la tristeza, camino al cementerio. Cortejo fúnebre. La viuda es la nación de Israel que, habiendo tenido marido, Dios, ahora ya no lo tiene. El hijo muerto es el pueblo, que camina hacia la tumba en la que su muerte se hará definitiva. La muerte de aquel hijo no había sido accidental: el abandono de Dios le había alejado de la vida.
2. Miremos ahora a Cristo que dirige la comitiva de la vida y entra en la ciudad de Naín. Es el nuevo pueblo de Dios, la comunidad de Jesús, que nace y es portadora de vida y esperanza. Jesús mira, siente compasión, se acerca, consuela, toca el ataúd y le dice a ese muerto: “Levántate”. Lo resucita. Jesús da la vida nueva. Hace nacer de nuevo a los hijos del pueblo de la antigua Alianza que acogen su palabra, lo hace hijos de Dios. Es un anticipo de lo que será nuestra resurrección. Nunca mejor para meditar en estos momentos de pandemia en que hemos perdido a tantos seres queridos. La resurrección será la explosión de la vida oculta en nuestros cuerpos mortales. Será el estallido del amor derramado en nuestro corazón por el Espíritu. A única vida verdadera es la de Dios.
3. ¿Dónde Jesús nos da esa vida nueva y se acerca a nuestro ataúd y nos dice: “levántate”? En la confesión nos resucita. En la comunión nos ofrece su vida divina y nos da trasfusiones de sangre divina. En la unción de los enfermos, donde Cristo se acerca el enfermo y le da alivio y la fuerza del Espíritu. En la meditación de la Sagrada Escritura nos da el respirar de Dios. También nos comparte su vida divina en la comunidad, la Iglesia. Por eso, ante personas tristes y enfermas deberíamos acercarnos para llevarles el ánimo de Dios, como buenos samaritanos. La caridad nos hace signos visibles del amor de Dios.
Meditemos hoy: ¿qué zonas en mi ser están muertas o enfermas, paralizadas o torpes? Acerquémonos hoy a Cristo y dejémonos tocar por Él. El nos vivificará. Y no tengamos miedo a la muerte física, pues es la puerta para entrar a la eternidad para gozar de la vida eterna con Dios. ¿Creemos esto? Les mando la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.