RESUMEN DEL EVANGELIO, VIERNES 11 DE JUNIO
SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
En la Solemnidad del Corazón de Jesús celebramos, en comunión con toda la Iglesia y por voluntad expresa del Santo Padre, la jornada mundial de oración por la santificación de los sacerdotes. Recemos por todos los sacerdotes para que nuestro corazón se parezca al corazón de Cristo.
Juan 19, 31-37: “Mirarán al que traspasaron”. En aquel tiempo, los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado —porque aquel sábado era muy solemne— rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con Él.
Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: ‘No se le quebrará hueso alguno’. Y también otra Escritura dice: ‘Mirarán al que traspasaron’.
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MI COMENTARIO
El corazón es símbolo del centro de la personalidad y de los movimientos afectivos del alma. En el corazón se concreta la condición de cada ser humano en cuanto es capaz de afectos y sentimientos, hasta convertirse en símbolo del amor y del desamor, de la afección amorosa y del odio. Por eso, el corazón igual que la mente ha de ser redimido para que el hombre pueda entrar en sintonía con Dios. La acción redentora de Cristo cumple lo anunciado por los profetas: cambiar el corazón pecador en corazón arrepentido, ablandar su dureza hasta convertirlo de corazón de piedra en corazón de carne, suscitando, en el alma del pecador convertido por el amor del Redentor crucificado, aquella respuesta de amor que es arrepentimiento y retorno al amor de Dios. La redención de Cristo devuelve al pecador al Padre amoroso, creador y sanador de las heridas que laceran las facultades del alma. Tres actitudes podemos meditar hoy ante el corazón abierto de Cristo: mirar, reparar e imitar.
1. MIRAR ESE CORAZÓN: El corazón de Cristo coronado de espinas y sangrante es el símbolo de la entrega de Cristo por amor, un corazón que pide respuesta de amor, invitando al acto de fe en el Hijo de Dios, en quien “están encerrados todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento del misterio de Dios” (Colosenses 2,3). Por eso se quedó abierto. No nos cansemos de mirar ese Corazón que tanto ha amado a los hombres y que no recibe de la mayoría, sino ingratitudes y desprecios. Espero que todos ustedes tengan en su casa un cuadro del corazón de Cristo. La promesa está clara: “Bendeciré los hogares donde esté expuesta y venerada la imagen de mi corazón”.
2. REPARAR Y CONSOLAR ESE CORAZÓN: nuestros pecados le hacen llorar a Jesús, le duelen. Basta meditar el pasaje del Getsemaní para poder escuchar los gemidos profundos del corazón de Jesús. ¿Cómo reparar y consolar ese corazón de Jesús? Con pequeños sacrificios ofrecidos por amor, actos de caridad, comuniones, visitas al Santísimo, Horas Santas.
3. IMITAR ESE CORAZÓN: de tanto contemplarlo se nos deberían grabar en nuestro corazón esas virtudes del corazón de Jesús, especialmente, la caridad misericordiosa y perdonadora, la humildad y mansedumbre.
Ojalá llevemos en nuestro pecho el corazón de Jesús. Pidamos a la confidente del corazón de Jesús, santa Margarita María de Alacoque, que interceda por nosotros ante Jesús, para que también nosotros seamos atraídos por ese corazón de Jesús, y cuya sangre nos purifique y nos renueve. Les mando la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.