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Evangelio 10 Diciembre | El que tenga oídos que oiga

Jueves 10 de diciembre

RESUMEN DEL EVANGELIO, JUEVES 10 DE DICIEMBRE
Mateo 11, 11-15: En aquel tiempo, dijo Jesús a las turbas: «En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Pues todos los profetas, lo mismo que la Ley, hasta Juan profetizaron. Y, si queréis admitirlo, él es Elías, el que iba a venir. El que tenga oídos, que oiga».
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MI COMENTARIO

¿Qué podemos aprender de san Juan Bautista en pleno adviento? ¿Por qué Jesús le pone de ejemplo para nosotros y le llama el profeta más grande? Hagamos una fotografía de este gran profeta, el último del Antiguo Testamento y el primero del Nuevo. ¿Cómo se fue preparando para recibir al Mesías Jesús?

1. Con la oración: Juan el Bautista era un hombre de oración. Ahí estaba en el desierto rezando en el silencio.
2. Con la penitencia y el ayuno: Juan el Bautista era un hombre de penitencia y ayuno. Junto a la oración, este hombre ayunaba, comía lo esencial, hacía penitencia, y así refrenar sus pasiones.
3. Con la predicación valiente exhortando a la conversión y a llevar una vida digna: Juan era un hombre valiente que decía las cosas claras para que la gente llevase una vida digna según Dios. Esto le provocó la muerte, porque le dijo al rey Herodes que no podía llevar una vida adúltera. Le cortó la cabeza, y así hizo callar a este gran profeta valiente y sincero.
4. Y la última nota que podemos sacar de este gran profeta es ésta: hombre humilde, que sabía ponerse en su lugar. Dijo que no era digno de desatarle a Cristo la sandalia. Y fue mandando a sus propios discípulos a Jesús: “Acudan a Él, pues Él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.

Aprendamos de Juan Bautista estas lecciones y virtudes. Así llegaremos bien preparados para recibir a Cristo en la Navidad. Les mando la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.