RESUMEN DEL EVANGELIO, VIERNES 10 DE DICIEMBRE
Mateo 11, 16-19: En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: «¿Pero, con quién compararé a esta generación? Se parece a los chiquillos que, sentados en las plazas, se gritan unos a otros diciendo: ‘Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonado endechas, y no os habéis lamentado’. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: ‘Demonio tiene’. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: ‘Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores’. Y la Sabiduría se ha acreditado por sus obras».
MI COMENTARIO
- Ante la voluntad de Dios caben estas posturas, comentando este evangelio de hoy:
a) La obediencia pronta, alegre, motivada.
b) El capricho. El pueblo de Israel así era, caprichoso. Y en tiempo de Jesús, igual. Por eso, si Israel hubiera seguido los caminos de Dios, no habría tenido que experimentar las calamidades del destierro. Tampoco hicieron caso al Bautista muchos de sus contemporáneos, ni al mismo Jesús, que acreditaba sobradamente que era el Enviado de Dios. ¡Puro capricho! Y Jesús se queja, con la gráfica comparación de los juegos y la música en la plaza. Un grupo de niños invita a otro a bailar con música alegre, y los otros no quieren. Les cambian entonces la música, y ponen una triste, pero tampoco. En el fondo, es que no aceptan al otro grupo, por el motivo que fuera. Tal vez por mero capricho o tozudez. - Y Jesús lo aplica a san Juan Bautista y a él. A Juan le tacharon de muy austero y penitente. A Jesús, de comilón y bebedor, capaz de amistad con los pecadores, dispuestos a cambiar de vida. La queja la repetirá Jesús más tarde: “Jerusalén, Jerusalén, cuántas veces quise reunir a tus hijos como la gallina a sus polluelos, y no quisiste”.
- ¿Cuál será la excusa de nuestra negativa, si no nos decidimos a entrar en el Adviento y a vivir la Navidad, como Dios espera? ¿Seremos caprichosos como los del evangelio de hoy? ¿Nos dejaremos llevar por el infantilismo e inmadurez? Hay personas insatisfechas crónicas, que se refugian en su crítica, o ven sólo lo malo en la historia y en las personas, y siempre se están quejando. Esta actitud les resulta, tal vez sin pensarlo explícitamente, la mejor excusa para no cambiar sus actitudes caprichosas. Inconformistas y desagradecidos. Dios viene al encuentro del hombre, pero el hombre —particularmente el hombre contemporáneo— se esconde de Él. Algunos le tienen miedo, como Herodes. A otros, incluso, les molesta su simple presencia: «Fuera, fuera, crucifícalo» (Jn 19,15). Jesús «es el Dios-que-viene» (Benedicto XVI) y nosotros parecemos «el hombre-que-se-va»: «Vino a los suyos y los suyos no le recibieron» (Jn 1,11).
Si tomamos en serio a Cristo, y a su Iglesia, y los dones de su gracia, eso cambia nuestra vida, y nuestros criterios y afectos serán como los de Cristo. Que María Santísima de Guadalupe interceda por nosotros, a dos días de su fiesta. Les mando a cada uno la bendición de Dios. P. Antonio Rivero, L.C.