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Evangelio 13 Julio | Conviertanse y vuelvan al señor

MARTES 13 DE JULIO

RESUMEN DEL EVANGELIO, MARTES 12 DE JULIO
SANTOS LUIS MARTIN Y CELIA GUÉRIN, papás de santa Teresita de Lisieux
Ella murió a los 46 años. Él a los 71 años.

En su juventud los dos quisieron en vano abrazar la vida religiosa, él en los Agustinos, ella en las Hijas de la Caridad. La relación entre ellos comenzó en Alençon. Tres meses después de su primer encuentro, contrajeron matrimonio el 13 de julio de 1858. Llevaron una vida matrimonial ejemplar: misa diaria, oración personal y comunitaria, confesión frecuente, participación en la vida parroquial. Tuvieron nueve hijos, cuatro de los cuales murieron prematuramente. A los 45 años, Celia recibió la noticia de que tenía un tumor en el pecho y pidió a su cuñada Celina que ayudara a su marido en la educación de los más pequeños. Murió el 28 de agosto de 1877, a los 46 años. Luis se encontró solo para sacar adelante a su familia. Se trasladó a Lisieux, donde residía la tía Celina. Luis acompañó a cuatro de sus hijas al Carmelo y a una a la Visitación. El sacrificio mayor fue separarse de Teresa, la pequeña, que entró en el Carmelo a los 15 años. Luis tenía una enfermedad que lo fue invalidando hasta llegar a la pérdida de sus facultades mentales. Fue internado en el sanatorio de Caen. Murió en La Musse (Eure) el 29 de julio de 1894, a los 71 años. Fueron canonizados los dos juntos el 18 de octubre de 2015 y se celebra la memoria de los dos juntos, hoy 13 de julio, aniversario de su boda.

Veamos ahora el evangelio de hoy: Mateo 11, 20-24

En aquel tiempo, Jesús se puso a maldecir a las ciudades en las que se habían realizado la mayoría de sus milagros, porque no se habían convertido: «¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que en sayal y ceniza se habrían convertido. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que se han hecho en ti, aún subsistiría el día de hoy. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma que para ti».
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MI COMENTARIO

1. Jesús llama a la conversión. Esta llamada es una parte esencial del anuncio del Reino: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva» (Mc 1,15). Esta llamada a la conversión se dirige primeramente a los que no conocen todavía a Cristo y su Evangelio. Así, el Bautismo es el lugar principal de la conversión primera y fundamental. Agradezcamos nuestro bautismo
2. Ahora bien, la llamada de Cristo a la conversión sigue resonando en la vida de los cristianos, en nuestra vida. Esta segunda conversión está destinada a todos nosotros, pues cada día tenemos algo que convertir a Dios: nuestros pensamientos, afectos, deseos, decisiones. Este esfuerzo de conversión no es sólo una obra humana. Es el movimiento del «corazón contrito» (Sal 51,19), atraído y movido por la gracia (cf Jn 6,44; 12,32) a responder al amor misericordioso de Dios que nos ha amado primero (cf 1 Jn 4,10). El corazón del hombre es torpe y endurecido. Es preciso que Dios dé al hombre un corazón nuevo (cf Ez 36,26-27). La conversión es primeramente una obra de la gracia de Dios que hace volver a Él nuestros corazones: «Conviértenos, Señor, y nos convertiremos» (Lm 5,21). Dios es quien nos da la fuerza para comenzar de nuevo cada día. Al descubrir la grandeza del amor de Dios, nuestro corazón se estremece ante el horror y el peso del pecado y comienza a temer ofender a Dios por el pecado y verse separado de él. El corazón humano se convierte mirando al que nuestros pecados traspasaron.
3. Repasemos todas las gracias que nos ha dado Dios durante la vida. Quedaremos asombrados: formación católica en la familia, en la escuela, en la parroquia, en movimientos eclesiales Cuántos no han recibido ni la mitad de esas gracias. Por eso Dios nos juzgará más estrictamente, como nos dice el evangelio de hoy. Aún tenemos tiempo de renovar nuestro deseo de conversión y de santidad.
Por intercesión de los papás de santa Teresita de Lisieux, pidamos esta gracia para nosotros y para todos los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Les mando la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.