JUEVES 14 DE ENERO
RESUMEN DEL EVANGELIO, JUEVES 14 DE ENERO
Marcos 1, 40-45: curación de un leproso.
En aquel tiempo, vino a Jesús un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme». Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio». Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. Le despidió al instante prohibiéndole severamente: «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio».
Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a Él de todas partes.
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MI COMENTARIO
1. Veamos al leproso: ¿qué hace?
a) Reconoce su lepra: sinceridad. No esconde su enfermedad.
b) Se acerca a Jesús: confianza. Sólo en Él pone su confianza. Los hombres no pueden echarle una mano. Al contrario, lo han alejado del pueblo. Es un apestado que puede contagiar.
c) Y le dice con fe y humildad: “si quieres, puedes curarme”. No exige. Lo deja todo en manos de Jesús.
2. Veamos a Jesús:
a) Se compadece del leproso: ¡qué bondad y misericordia!
b) Extiende su mano y lo toca: el poder de Jesús manifestado en ese gesto que la Iglesia sigue haciendo en los sacramentos. Y no fue Jesús quien quedó contaminado por tocar al leproso, sino que fue el leproso quien quedó limpio al contacto con Jesús, el puro por excelencia.
c) Le dijo: “Quiero, sana”: Jesús es el Médico generoso, que cuando encuentra las disposiciones interiores en nuestra alma, nos cura. Cristo no da largas. Cura inmediatamente.
d) Y le ordena que no lo diga a nadie: no quiere ser mal interpretado. No quiere aplausos Jesús.
3. ¿Cómo terminó todo? El buen leproso, ya curado, no podía callar. Comenzó a divulgar el bien que Jesús le había hecho para que otros se acercaran a ese Médico divino. Y esto provocó efectivamente que muchos buscaran a Jesús. ¡La fuerza del testimonio es tumbativa!
Miremos nuestra alma. ¿No habrá alguna zona infectada con el virus de la lepra? El pecado es la peor lepra que nos puede enfermar. Si hay algún síntoma de lepra, ya sabemos lo que tenemos que hacer: reconocer con sinceridad nuestro mal, acercarnos con confianza a Jesús y pedirle con fe que nos toque y nos cure. Les mando a cada uno la bendición Dios. ¡Feliz jueves sacerdotal! P. Antonio Rivero, L.C.