Evangelio según San Juan 1,29-34.
A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo.
Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel».
Y Juan dio este testimonio: «He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él.
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo’.
Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios».
RESUMEN EVANGELIO VIERNES 3 DE ENERO, JUAN 1, 29-34
Cristo es el Cordero de Dios. ¿Qué significa?
1. El cordero es como el símbolo de la mansedumbre, de la bondad y de la paz. Es un animalito inocuo y totalmente indefenso; más aún, cuando es todavía pequeño, nos despierta sentimientos de viva simpatía por su candor e inocencia.
2. Fue el Papa san Sergio I quien introdujo el “Agnus Dei” en el rito de la Misa, justo antes de la Comunión. Y, desde entonces, todos los fieles cristianos recordamos diariamente aquellas palabras del Bautista: “He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.
3. La imagen del Cordero está presente en toda la Biblia, desde el Éxodo, el cordero pascual, símbolo de Cristo, hasta el último libro, el Apocalipsis, donde se narran las bodas del Cordero, que es Cristo. Es el verdadero cordero que quita el pecado del mundo, el Cordero pascual de nuestra redención, que se inmoló como sacrificio perfecto en su Sangre e instituyó como sacramento la noche del Jueves Santo. Así como la sangre del cordero pascual libró de la muerte a los primogénitos israelitas en Egipto, así la sangre de Cristo nos librará de la muerte eterna y nos purificará de nuestros pecados.
¿Qué concluir de todo esto? Ese Niño que nace en Belén es también el Cordero que dará la vida por todos nosotros. Y lo que debemos hacer es acercarnos a Él para que su sangre nos salpique, nos limpie, nos purifique y nos salve de nuestros pecados y manchas, y así recuperemos la imagen de Dios en nosotros. Les mando a cada uno la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.