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Evangelio 9 Febrero|Ustedes son la sal de la tierra

Evangelio según San Mateo 5,13-16.

Jesús dijo a sus discípulos:
Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres.

Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña.
Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa.
Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo.


RESUMEN EVANGELIO DOMINGO 9 DE FEBRERO, MATEO 5, 13-16

Dos imágenes para explicar nuestra misión como cristianos en nuestra vida.

1. ¿Qué hace la sal? Condimenta, preserva de la corrupción, da sabor a los alimentos. Así nosotros: demos sabor a nuestra vida cristiana, matrimonial, ministerial, religiosa. ¿Con qué? Con la sal del evangelio. Que quienes nos ven o escuchen se sientan bien, porque les hemos sazonado su vida, su compañía, su amistad. Pero, ¡en cuántos lugares hay tantas personas sosas, sin ilusión, sin alegría….o peor, en cuantas partes huele a podrido y corrompido, porque no han permitido salpicar sus vidas con la sal de Cristo!
2. ¿Qué hace la luz? La luz ilumina, da calor y acaba con la frialdad y la tibieza del alma, es señal de vida y de esperanza. Con la luz de Cristo iluminamos los caminos, las conciencias, las mentes, los corazones nuestros y de nuestros hijos y amigos. Seamos guías de los que van a tientas con riesgo de tropezar. Iluminemos con la doctrina clara de las verdades del Credo, los principios básicos de la moral del Decálogo y la Bienaventuranzas; la guía segura de un trato frecuente, profundo y sin prisas con la Sagrada Escritura; la oración bien hecha, humilde, constante; y los sacramentos, en especial la Eucaristía. Así seremos siempre luz, transmitiremos la luz de Cristo.
3. Veamos hoy cómo está nuestra sal y nuestra luz: ojalá que la sal de nuestra alegría, bondad y caridad esté siempre en el salero de nuestra vida. Ojalá que la luz de nuestro buen ejemplo y de la palabra serena y animosa ilumine a quienes andan en la oscuridad. Ni atosiguemos con mucha sal, ni apantallemos con nuestras linternas de vanidad y mundanismo. Todo con medida, como la hacía Cristo.

Basta ver también la vida de los santos. Cada uno de ellos sazonó su medio ambiente con la sal del evangelio que de sabor; sal a su medida, porque si ponemos demasiado estropeamos la comida: san Juan Pablo II, san Ignacio de Loyola, santa Teresa de Jesús Jornet e Ibars, santa Teresa de Ávila, san Francisco de Asís, y tantos otros. Les mando a cada uno la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.