30 de abril
RESUMEN EVANGELIO JUEVES 30 DE ABRIL, JUAN 6 44-51, DÍA DE SAN PÍO V, PAPA DEL SIGLO XVI:
En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; éste es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo».
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MI COMENTARIO
Hoy en México celebramos el día del Niño. Quiero felicitar a todos los niños y niñas y pediré a Dios que nosotros los adultos sepamos respetarlos como nos pide Jesús y que nos hagamos “como niños”, es decir, seamos hombres y mujeres sin malicia, con un corazón sencillo y limpio, como son los niños.
1. El mensaje del evangelio de hoy sigue siendo el del PAN DE VIDA: La Palabra, el Cuerpo y la Sangre de Jesús sólo son “pan de vida que nutre nuestra alma” cuando se toman con fe. Quien no tiene fe solo ve un trozo de pan y escucha unas palabras más o menos inteligibles. Necesitamos de esa Palabra que nos orienta, nos anima, nos corrige, nos consuela. Necesitamos de ese Pan celestial que nos fortalece, nos nutre y nos asimila en Cristo y Cristo se transparentará en nosotros. San Pablo lo resumió con esas palabras: “Vivo yo, pero no, es Cristo quien vive en mí” (Gálatas 2, 20). En cada Eucaristía hay una trasfusión de vida divina en nuestras venas. Sólo la fe nos hace descubrir esta hermosa realidad de la Eucaristía. San Antonio María Claret decía: “Al final de cada Eucaristía me siento como el hierro que acaba de salir de la fragua”.
2. Invito desde aquí a los sacerdotes a celebrar la santa Misa, la Eucaristía con mucho fervor, atención y unción para que nuestros fieles comprendan el gran misterio que ahí se está realizando. ¿Quién es el responsable de esas misas sin alma, de esos bostezos interminables de la gente, de esas prisas porque termine ya la misa? Pensemos, queridos amigos sacerdotes.
Ahora que estamos confinados en casa, valoremos la Eucaristía, la misa para que cuando se vuelvan a abrir las iglesias sean una auténtica fiesta nuestras misas, donde nos reunimos como comunidad cristiana llena de fe y amor. De la Eucaristía sacaremos la fuerza para evangelizar y para compartir nuestro pan material y nuestra caridad con los hermanos. Les mando a cada uno de ustedes la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.