Evangélio 28 Febrero|Para Dios todo es posible

RESUMEN DEL EVANGELIO, LUNES 28 DE FEBRERO

Marcos 10, 17-27: Un día que Jesús se ponía ya en camino, uno corrió a su encuentro y arrodillándose ante Él, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?». Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre». Él, entonces, le dijo: «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud». Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme». Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.

Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus discípulos: «¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!». Los discípulos quedaron sorprendidos al oírle estas palabras. Mas Jesús, tomando de nuevo la palabra, les dijo: «¡Hijos, qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios». Pero ellos se asombraban aún más y se decían unos a otros: «Y ¿quién se podrá salvar?». Jesús, mirándolos fijamente, dice: «Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios».
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MI COMENTARIO

¿Para qué son las riquezas?

1. Este joven rico era un chico bueno y quería llegar a la vida eterna, es decir, al cielo. Entabla un diálogo muy interesante con Jesús, lleno de buena intención y de psicología. El joven parece sincero. Tal vez un poco demasiado seguro de su bondad: “Todo eso lo he cumplido desde mi juventud”. Jesús le mira con afecto, con esa mirada que tanto impresionó a sus discípulos. Y Jesús le propone el ideal sublime de la consagración total: dar todo a los pobres y seguirlo. El joven se retira pesaroso. No se atreve a dar el paso. Estaba apegado a las seguridades materiales, a las riquezas. Jesús saca una lección para todos nosotros: los que están apegados a los bienes materiales difícilmente entrarán en el cielo. ¿Cómo se entiende esto?
2. Las riquezas en sí mismas no son malas, si fueron ganadas con honestidad y trabajo. Al contrario, son una bendición. Pero Dios concede la riqueza para estos fines:
a) Para llevar una vida digna, llevar adelante una familia, dar a los hijos una buena educación en buenos colegios.
b) Pero también, Dios nos concede la riqueza para ayudar a los necesitados, a los pobres, ancianos y enfermos, ayudar a la Iglesia en sus necesidades, a los misioneros que trabajan en tierras extranjeras. ¡Qué triste morir teniendo mil cuentas en bancos y no haber donado nada a los pobres y necesitados!
3. Jesús no pide cosas, sino que pide la entrega absoluta. No se trata de “tener” o no tener, sino de “ser” y “seguir” vitalmente a Jesús. Él ya ha marcado el camino en el evangelio. A todos nos cuesta renunciar a lo que estamos apegados: las riquezas o las ideas o la familia o los proyectos o la mentalidad. Cuando estamos llenos de cosas, no tenemos agilidad para avanzar por el camino de la vida. El atleta que quiere correr con una maleta a cuestas conseguirá pocas medallas. Es el ejemplo que nos dio Jesús: “el cual, siendo de condición divina, se despojó de sí mismo, tomando la condición de siervo, y se humilló hasta la muerte y muerte de cruz” (Filipenses 2, 6-7). Era rico y se hizo pobre por nosotros.
4. Los que han abrazado la vida religiosa han decidido imitar a Jesús más de cerca: han vendido todo y lo han seguido. Si han querido hacer los votos de pobreza, celibato y obediencia, ha sido para poder caminar más ágilmente por el camino de las bienaventuranzas, para poder amar más, para estar disponibles para los demás, para ser libres interiormente, como Jesús. Todo ello, fiados no en sus fuerzas, sino en las de Dios: “es imposible para los hombres, no para Dios”.

Todo cristiano puede seguir el camino de las bienaventuranzas (Mateo 5). No se trata de que el discípulo de Jesús no puede tener nada propio, sino de que no se apegue a lo que posee. Que no intente servir a dos señores. Que lo relativice todo, para conseguir el tesoro y los valores que valen la pena, los que ofrece Cristo. Les deseo una semana llena de paz y alegría. Les mando la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.