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Evangelio 23 Julio |El que tenga oídos que oiga

VIERNES 23 DE JULIO

RESUMEN DEL EVANGELIO, VIERNES 23 DE JULIO

Mateo 13, 18-23: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino. El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la Palabra, y al punto la recibe con alegría; pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumbe enseguida. El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta».
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MI COMENTARIO

¿Cómo está mi corazón: duro, rocoso, espinoso? ¿Qué impide que la semilla de Dios dé fruto y fruto abundante en nuestra vida?

Jesús señala varias clases de tierra que reciben la semilla:

1. Senderos trillados: son las personas por cuya mente y vida pasan toda clase de caminantes y se posaan toda clase de aves que devoran las semillas. Son las “almas ventaneras”, que diría santa Teresa, espíritus avisperos. Hoy diríamos que son las personas adictas a la televisión, al teléfono, a la evasión. El torbellino de imágenes y sensaciones alborotan a la “loca de la casa”, con lo que, al poco tiempo de recibir las semillas de una reflexión, de una lectura o de una llamada, las devoran las aves o las aplastan los caminantes.
2. Tierra rocosa: estas personas se entusiasman al escuchan una homilía, una conferencia, leer, ser testigos de palabras y hechos que interpelan, pero viven superficialmente, no son capaces de entrar en sí mismos, de plantearse los grandes interrogantes de la vida. Viene el sol ardiente de la dificultad, la influencia ambiental, los criterios opuestos del mundo y agostan el débil brote de la semilla. No tienen suficiente profundidad, carecen de una formación seria.
3. Tierra con maleza: cuando estas personas escuchan las llamadas del Señor, les parecen muy esclarecedoras; estarían dispuestas a vivirlas, pero se hallan atrapadas por diversos intereses que dominan su corazón. La pasión por estos intereses terrenos hace que se tergiverse la Palabra y se le haga decir lo que les interesa oír.
4. Tierra buena: con diversos grados de calidad, con diversos grados de fecundidad: el 30, el 60 y el 100 por uno. Para esto, hay que arrancar la maleza, limpiar el terreno de piedras, arrancar las lajas, para que la semilla germine y crezca con vitalidad. Esa semilla sembrada por Dios hay que regarla con la oración, abonarla con el sacrificio, protegerla, interiorizarla, llevarla a la propia vida y, luego, anunciarla a nuestro alrededor.

Este es mi deseo para cada uno de ustedes: que la semilla que Dios siembra a diario crezca sana y dé frutos maravillosos de santidad. Que la Virgen nos ayude. Sigamos rezando, especialmente, por Cuba, Nicaragua y Venezuela. Les mando a cada uno la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.