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Evangelio 3 Noviembre|Feliz el que se siente a la mesa del reino de Dios

Martes 3 de noviembre

RESUMEN DEL EVANGELIO, MARTES 3 DE NOVIEMBRE
SAN MARTÍN DE PORRES, DOMINICO HUMILDE, HERMANO LEGO (siglo XVI-XVII)

Lucas 14, 15-24: todos estamos invitados al banquete que nos ha preparado Dios.

En aquel tiempo, dijo a Jesús uno de los que comían a la mesa: «¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!». Él le respondió: «Un hombre dio una gran cena y convidó a muchos; a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados: ‘Venid, que ya está todo preparado’. Pero todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: ‘He comprado un campo y tengo que ir a verlo; te ruego me dispenses’. Y otro dijo: ‘He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego me dispenses’. Otro dijo: ‘Me he casado, y por eso no puedo ir’.

»Regresó el siervo y se lo contó a su señor. Entonces, airado el dueño de la casa, dijo a su siervo: ‘Sal en seguida a las plazas y calles de la ciudad, y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, y ciegos y cojos’. Dijo el siervo: ‘Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio’. Dijo el señor al siervo: ‘Sal a los caminos y cercas, y obliga a entrar hasta que se llene mi casa’. Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena».
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MI COMENTARIO

1. ¿Qué excusas pusieron los invitados del evangelio? Excusas sin peso, egoístas: la compra de un campo o de unos bueyes, la boda reciente. Los primeros invitados fueron los del pueblo de Israel. Pero rehusaron.
2. Pero Dios no cierra la puerta del convite: invita a otros, los que los israelitas consideraban “pobres, lisiados, ciegos, cojos”. Dios quiere que se llene la casa. Ya que no han querido los titulares de la invitación, que la aprovechen otros.
3. Hoy día Dios sigue invitando al banquete de la Eucaristía, de la fraternidad cristiana. ¿Por qué algunos no aceptan la invitación y prefieren otras cosas? Si se nos invitara a hacer penitencia o un enorme trabajo, se podrían entender las negativas de los que no van a estos banquetes espirituales que Dios nos ha preparado para santificarnos y edificar la civilización del amor.

Miremos ahora a este santo a quien tanto admiro, san Martín de Porres. Humilde y pobre, excluido de la sociedad, mulato, “de padre desconocido”, decía el registro. Hoy ya sabemos quién era su padre: un noble caballero español que se unió a una negra de Panamá de origen africano. Sufrió mucho. Pero no se desanimó nunca. Tocó la puerta del convento de los dominicos. Se le abrió y ahí sirvió a Dios y a sus hermanos como peluquero, barbero, cirujano y otros trabajos pesados. Dios le concedió carismas extraordinarios como profecías, éxtasis y bilocación. Y, sobre todo, la caridad. Entró al banquete feliz. Y compartió ese banquete con los más necesitados de Lima. Pidamos su intercesión para que nunca despreciemos los banquetes que Dios nos prepara en su Iglesia católica. Les mando la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.