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Evangelio 27 Febrero|El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga

Evangelio según San Lucas 9,22-25.

Jesús dijo a sus discípulos:
«El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día».

Después dijo a todos: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará.
¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?


RESUMEN DEL EVANGELIO, JUEVES 27 DE FEBRERO, LUCAS 9, 22-25

Tres condiciones pone Jesús a quienes quieran seguirle y luchar por su Causa: no buscarse a sí mismo, tomar la cruz y seguirlo. ¿Premio? La salvación eterna. Expliquemos estas tres condiciones:

1. No buscarse a sí mismo: san Pablo lo llama ir muriendo a nuestro hombre viejo que llevamos dentro para que crezca el hombre nuevo, virtuoso (Efesios 2, 22-24). Como el grano de trigo: debe hundirse, podrirse para después dar fruto. ¿A qué tengo que ir muriendo en esta cuaresma? ¿Soberbia, mentira, lujuria, envidia, pereza, egoísmo, glotonería, malos deseos, malos pensamientos…? Los místicos a todo esto lo llaman la via purgativa, de ascesis, mortificación, lucha…para poder lograr la transformación en Cristo Jesús.
2. Tomar la cruz: ¿verdad que todos sentimos día a día arañazos de la cruz de Cristo? Nos cuestan tantas cosas. Nos molestan tantas cosas. Ahora entendemos por qué el día del bautismo nos signaron con la señal de la cruz. Es el santo y seña. Cruz física (una enfermedad), cruz moral (incomprensiones, desprecios, abandonos…), cruz espiritual (no sentimos la presencia de Dios). ¿Qué hacer? Nunca recortar la cruz, nunca dejarla a la cuneta, nunca echarla sobre los hombros de los demás. No. Sino, llevarla con paciencia, con lágrima, y después con gozo, porque nos asemejaremos a Cristo y a tantos santos.
3. Seguirlo: no vamos a oscuras en el camino de la vida. Cristo ha dejado sus huellas bien nítidas y claras. Basta leer el evangelio para darnos cuenta dónde están sus huellas: desprendimiento, caridad, perdón, oración, honestidad, veracidad, limpieza de corazón, humildad. Pongamos nuestro pie en la huella enorme y luminosa de Cristo. Él nos precede y va adelante, animándonos.

Así vivieron los santos su vida terrena. No les fue fácil seguir a Cristo. Les costó sudor, dolores, incomprensiones, castigos, noches oscuras. Pero lo lograron con la ayuda de Dios en la oración y en la Eucaristía, y el propio esfuerzo ascético, sacrificado. Que la Virgen Santísima nos ayude en nuestro seguimiento de Cristo su Hijo. Les mando a cada uno de ustedes la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.