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Evangelio 26 Mayo |«Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti

Día 26 de mayo

RESUMEN DEL EVANGELIO, JUAN 17, 1-11. SAN FELIPE NERI, SACERDOTE ITALIANO DEL SIGLO XVI:

En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar.

»Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra. Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado.

»Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti».
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MI COMENTARIO

“Ha llegado la hora”. ¿Qué significa?
1. El usar una frase como “ha llegado mi hora” es una resignación, pero no es esto lo que Jesús hace. De lo que está hablando aquí es una realización. Está hablando del tiempo que había estado anhelando toda su vida. Continuamente se refiere a esta hora. En el comienzo de Juan tenemos el relato de su primer milagro, en Caná de Galilea, cuando convirtió el agua en vino. Ahí le vino su madre y le dijo: “Hijo, no tienen vino”, y su respuesta fue: “¿Qué tiene que ver esto con nosotros, mujer? Aún no ha llegado mi hora” (Juan 2,3-4). Quiso decir que, aunque fuera a hacer lo que su madre le había sugerido, no tendría los resultados que ella anticipaba, porque no había llegado su hora; no se había dado la hora todavía. Repetidamente dijo a Sus discípulos que “aún no había llegado su hora” (Juan 7,30, 8,20). Estaba esperando una hora cuando la oportunidad sería abundante, y ahora, al llegar a la cruz, levanta los ojos a los cielos y dice: “Padre, la hora ha llegado”. Lo que quería decir con eso era que la hora en la que todo por lo que había vivido comenzaría a ser cumplido. ¡Misión cumplida, realización completa! Su misión de salvador de la humanidad.
2. Para nosotros, ¿qué significa “mi hora”? “Padre Dios, la hora ha llegado, la hora en la que debo tomar una decisión de si debo vivir mi vida para mí mismo, para actuar con egocentrismo como lo he estado haciendo siempre, o si debo desecharlo todo y, pasando a lo que es una muerte aparente, asirme de la esperanza y la gloria y la realización que se encuentra detrás de ella para mayor gloria de Dios y el bien de los demás”. Estas horas siempre nos están viniendo. Las llamamos oportunidades, pero también desilusiones, contratiempos, tragedias. Pensamos de ellas como invasiones de nuestra privacidad, nuestro derecho a vivir nuestras propias vidas. Pero si las vemos como lo hizo Jesús, reconoceremos que cada momento como este es una gran hora de posibilidad, de madurez, la cual, si actuamos con el principio de renunciar a nosotros mismos, descubriremos es una puerta abierta a un ámbito vasto y casi inimaginable de servicio y bendición y gloria. La hora de escoger una buena carrera que dé gloria a Dios. La hora de escoger el matrimonio o la vida consagrada. La hora de abrir un negocio para el bien de la humanidad, y no sólo para mi propio provecho.
Ya Jesús cumplió su Hora. Ahora nos falta la nuestra. Pidamos a la Virgen nos ayude a cumplir con fidelidad la hora como Ella la vivió: con fidelidad, aunque costase sangre, sacrificio y cruz. Pidamos también la intercesión de san Felipe Neri, el santo que vivió su hora consagrándose a Dios y a los niños más pobres de Roma, sacrificando sus sueños de carrera y prestigio. Les mando a cada uno de ustedes la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.