Share

Evangelio 25 Febrero|El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí

Evangelio según San Marcos 9,30-37.

Al salir de allí atravesaron la Galilea; Jesús no quería que nadie lo supiera,
porque enseñaba y les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará».
Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas.
Llegaron a Cafarnaún y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: «¿De qué hablaban en el camino?».
Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande.
Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: «El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos».
Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo:
«El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado».

RESUMEN EVANGELIO MARTES 25 DE FEBRERO, MARCOS 9, 30-37

¿Quién es el más importante para Cristo?

1. Si preguntamos a los canales de televisión y a periodistas en general quiénes son los más importantes e influyentes en este mundo, seguramente nos responderán: “los ricos, los políticos, los cantantes, los triunfadores, los jugadores…”. Es decir, el metro para medir la grandeza de este mundo es la ambición, los títulos, las posesiones, la fama. Mentalidad mundana. Triunfo profesional, económico, político, social y deportivo. Y así se abren camino dando codazos y poder subir al podio, aunque tengan que dar zancadillas a diestra y siniestra.
2. Hoy hemos preguntado a Cristo y nos responde: “el más importante es quien se abaja para servir a los demás, quien se hace pequeño”. ¡Cambió las reglas de juego! ¡Qué distinto el pensar de Cristo al pensar de este mundo! Por tanto, el más importante para Dios es el humilde que sirve a los demás, sin llamar la atención, sin querer ser protagonista. Los apóstoles discutían sobre esto, sobre los primeros puestos. ¡Qué ridículo, pero al mismo tiempo qué natural tener este pensar! Cristo tuvo que educarlos, dando Él mismo el ejemplo, agachándose y lavándoles los pies. Y les puso como ejemplo a imitar a un niño, cosa que en ese tiempo el niño nada valía a los ojos de la sociedad judía. Se le toleraba porque crecería y sería grande.
3. Esta lección la entendió muy bien santa Teresa de Lisieux, la santa de la infancia espiritual, la “pequeña flor”, como decía ella de sí misma. Les aconsejo que lean su librito titulado “Historia de un alma” para que se den cuenta dónde está su grandeza. “Yo soy un alma minúscula, que sólo puede ofrecer pequeñeces a nuestro Señor”. Nos enseña el camino para llegar a Dios: la infancia espiritual, la sencillez del alma.

Hoy tenemos que examinarnos: ¿He asimilado esta lección de la humildad? ¿Qué obstáculos me impiden lograr esto? Hoy tenemos que aprender todos esta lección, también en la misma Iglesia: Papa, cardenales, obispos, sacerdotes, responsables de las comunidades, superiores. Las responsabilidades no significan poder, honor o privilegio, sino servicio. Hoy es el día de pedir a santa Teresita que ruegue a Dios por nosotros, para que vivamos en clave de servicio humilde, sin buscar llamar la atención ni querer ser famoso. ¡Buen programa de vida! Les mando a cada uno la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.