MIÉRCOLES 9 DE JUNIO
RESUMEN DEL EVANGELIO, MIÉRCOLES 9 DE JUNIO
Mateo 5, 17-19: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos».
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MI COMENTARIO
¿Cómo cumplimos los preceptos y mandamientos de Dios, y nuestros deberes de estado: sólo exteriormente o también interiormente, para tener tranquila nuestra conciencia y nos vea la gente, o poniendo amor en todo y ofreciendo todo a Dios?
1. Jesús no vino a destruir la ley antigua, el Antiguo Testamento, sino a darle plenitud y sentido profundo. Vino a resumir todo en la ley del amor a Dios y al prójimo. Algunos de los judíos que se convertían a Jesús se aferraban fanáticamente a las antiguas leyes y tradiciones; otros las omitían y casi las despreciaban. Para resolver el problema, ¿qué hizo Jesús? No vino a quitarla sino a perfeccionarla. No sólo respeta lo que hay de positivo, sino que lo desarrolla. Las bienaventuranzas no niegan los mandamientos, los superan.
2. En la legislación judía hay que distinguir las leyes divinas y los mandatos humanos. Jesús asume las leyes divinas y las lleva a su plenitud, pero relativiza los mandatos humanos, tan inhumanos a veces. Los escribas y fariseos han codificado la ley de Moisés en 613 preceptos, una maraña que ahogaba las conciencias constituyendo un yugo insoportable. Algunas prescripciones son inútiles y mágicas. Lavado de manos, escrúpulos de contaminación e impureza por tocar todo. Otras son injustas (Marcos 7, 11). Jesús vino a inaugurar la nueva Alianza, cimentada en el amor a Dios y al prójimo, y no tanto en cumplir externamente los mil preceptos.
3. ¿A qué nos invita hoy Jesús? A retornar al evangelio sin interpretaciones subjetivistas que llegan a vaciarlo, contradecirlo o reducirlo. Debemos aferrarnos a lo esencial. Y de nuevo, lo esencial es amar a Dios con todo nuestro corazón, nuestra alma, nuestro ser, manifestado en la oración y en el cumplimiento de nuestros deberes de estado. Y amar al prójimo, como Cristo lo ama; con un amor hecho perdón y misericordia a quienes nos ofenden, y servicio y ayuda a todos.
La novedad de Jesús no fue la de dictar nuevas normas, sino la de poner el amor como la raíz y cumplimiento de todos los mandamientos. Hoy sus palabras nos hacer descubrir que, para tener comportamientos buenos y honestos, no bastan las normas jurídicas, sino que son necesarias motivaciones profundas, expresiones de una sabiduría oculta, la de Dios, que se puede acoger gracias al Espíritu Santo. Y para esto debemos abrirnos a la acción del Espíritu, que nos hace capaces de vivir en el amor. Les mando la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.