MARTES 8 DE JUNIO
RESUMEN DEL EVANGELIO, MARTES 8 DE JUNIO
Mateo 5, 13-16: Somos luz y sal: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos».
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MI COMENTARIO
Hoy, martes 8 de junio, nos unimos a un minuto por la paz, junto con el papa Francisco. Organizaciones nacionales invitan a esta iniciativa en la que se pedirá por la fraternidad universal y en particular por la paz en Tierra Santa y Myanmar. Se pidirá especialmente por la paz en Jerusalén, entre palestinos e israelíes, y en Myanmar, junto a tantos otros pueblos del planeta que atraviesan situaciones de violencia. La propuesta es simple, masiva y testimonial, y tiene como modalidad que cada uno se detenga un momento, incline la cabeza y rece una oración por esa intención según su propia tradición. En el lugar donde esté, solo o acompañado, en las circunstancias especiales que se viven en estos días de pandemia. Aquí tienen la noticia completa:
https://aica.org/noticia.php?id=48425
Hermosas metáforas nos ofrece Jesús para describir lo que cada cristiano y cristiana debe ser en el día a día: sal y luz, mediante la palabra y el testimonio. Y también ciudad.
1. SAL para dar sabor, para evitar la corrupción (lo que ahora hacen las cámaras frigoríficas), para deshelar los caminos llenos de nieve y con peligro de deslizarnos y estrecharnos. También la sal es símbolo de sabiduría. Allá donde haya un cristiano ha de haber una persona que sazona y da sabor a evangelio, a valores éticos. Eso sí, sal con medida, porque si no estropeamos la comida. Ser sal en la propia casa, entre los amigos, en las comunidades, en los puestos de trabajo.
2. LUZ para iluminar todos los rincones de nuestra sociedad. ¡Cuántas zonas oscuras! La luz da seguridad. La luz calienta. La luz ilumina. Y así, no caemos y sabemos por dónde vamos. Y de nuevo: ser luz en casa, entre amigos, entre amigos. Con la palabra y con el ejemplo. Luz para responder a las preguntas y dudas, que disipe la oscuridad de tantos que padecen ceguera o se mueven en la oscuridad.
3. Debemos ser como una CIUDAD puesta en lo alto de la colina, que guía a los que andan buscando camino por el descampado, que ofrezca un punto de referencia para la noche y cobijo para los viajeros. Una ciudad como Jerusalén que, que ya desde lejos, alegra a los peregrinos con su vista.
No podemos guardar nuestra fe ni esconderla ni avergonzarnos. El cristiano no debe pasar desapercibido. Debemos contagiar y ofrecer el gusto de Dios y el sabor humano de esperanza, de amabilidad y de humor. Que seamos personas que contagiemos felicidad y visión optimista de la vida. Pero para poder sal, luz y ciudad, debemos estar cerca de Jesús, ser iluminados y sazonados por él. No se nos dice que seamos lumbreras vanidosas que ciegan a todos, sino luz. No se espera que deslumbremos, sino que alumbremos. Hay personas que lucen mucho e iluminan poco. Seamos casas abiertas, disponibles, para niños y mayores, parientes y vecinos, con caras acogedoras y una mano tendida. Les mando la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.