4 DE JUNIO, FIESTA LITÚRGICA DE JESUCRISTO SUMO Y ETERNO SACERDOTE
RESUMEN EVANGELIO JUEVES 4 DE JUNIO, FIESTA DE JESUCRISTO SUMO Y ETERNO SACERDOTE, LUCAS 22, 14-20:
14 Cuando llegó la hora, Jesús y sus apóstoles se sentaron a la mesa. 15 Entonces les dijo:
—He tenido muchísimos deseos de comer esta Pascua con ustedes antes de padecer, 16 pues les digo que no volveré a comerla hasta que tenga su pleno cumplimiento en el reino de Dios.
17 Luego tomó la copa, dio gracias y dijo:
—Tomen esto y repártanlo entre ustedes. 18 Les digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios.
19 También tomó pan y, después de dar gracias, lo partió, se lo dio a ellos y dijo:
—Este pan es mi cuerpo, entregado por ustedes; hagan esto en memoria de mí.
20 De la misma manera tomó la copa después de la cena, y dijo:
—Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por ustedes.
___________________________________
MI COMENTARIO
¿Qué significado tiene esta fiesta litúrgica?
1. El jueves posterior a la Solemnidad de Pentecostés en algunos países se celebra la fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, festividad que no aparece en el calendario de la Iglesia universal (como sí lo hacen las fiestas del Sagrado Corazón de Jesús o Jesucristo Rey del Universo), pero que se ha expandido por muchos países. La celebración fue introducida en España en 1973 con la aprobación de la Sagrada Congregación para el Culto Divino. Además de España, otras Conferencias Episcopales incluyeron esta fiesta en sus calendarios particulares como México, Chile, Colombia, Perú, Puerto Rico, Uruguay, Venezuela. En algunas diócesis este día es también la ‘Jornada de Santificación de los Sacerdotes’. Decimos hoy en el prefacio de la misa: «Cristo no sólo ha conferido el honor del sacerdocio real a todo su pueblo santo, sino también, con amor de hermano, ha elegido a hombres de este pueblo, para que, por la imposición de las manos, participen de su sagrada misión. Ellos renuevan en su nombre el sacrificio de la redención, y preparan a sus hijos el banquete pascual, donde el pueblo santo se reúne en su amor, se alimenta con su palabra y se fortalece con sus sacramentos. Sus sacerdotes, al entregar su vida por él y por la salvación de los hermanos, van configurándose a Cristo, y así dan testimonio constante de fidelidad y amor» (Prefacio).
2. ¡Grande dignidad la del sacerdote!
a) El sacerdote sirve. Es necesario como la escoba para que esté limpia la casa. Pero a nadie se le ocurre poner la escoba en la vitrina. El sacerdote perdona los pecados, es instrumento de la misericordia de Dios. En un mundo lleno de rencores y envidias, el sacerdote es portador del perdón. Está siempre dispuesto a recibir confidencias, descargar conciencias, aliviar desequilibrios, a sembrar confianza y paz.
b) El sacerdote ilumina. Cuando nos movemos a ras de tierra, nos señala el cielo. Cuando nos quedamos en la superficie de las cosas, nos descubre a Dios en el fondo. El sacerdote intercede. Amansa a Dios, le hace propicio, le da gracias, da a Dios el culto debido. Impetra sus dones.
c) El sacerdote ama. Ha reservado su corazón para ser para todos. El sacerdote es antorcha que sólo tiene sentido cuando arde e ilumina. El sacerdote hace presente a Cristo. En los sacramentos y en su vida. Es el alma del mundo. Donde falta Dios y su Espíritu él es la sal y la vida. No hace cosas sino santos.
3. Todos hemos de ser santos, pero sin sacerdotes difícilmente lo seremos. Es grano de trigo que si muere da mucho fruto. Nada hay en la Iglesia mejor que un sacerdote. Sí lo hay: dos sacerdotes. Por eso hemos de pedir al Señor de la mies que envíe trabajadores a su mies (Mt 9,38). Por tanto, hoy es un día para:
a) Rezar por nuestros sacerdotes, para que seamos santos y reflejo de Cristo Sacerdote.
b) Rezar por las vocaciones sacerdotales, para que nunca nos falten sacerdotes que nos ofrezcan la salvación en nombre de Cristo a través de los sacramentos y el consejo.
Gracias, Señor, por el don del sacerdocio. María, Madre de los sacerdotes, ruega por nosotros sacerdotes del mundo entero, para que seamos reflejos de tu Hijo Sumo y Eterno Sacerdote. Les mando a cada uno de ustedes la bendición sacerdotal, junto con mis hermanos sacerdotes, P. Antonio Rivero, L.C.