RESUMEN DEL EVANGELIO, MIÉRCOLES SANTO, 31 DE MARZO
Mateo 26, 14-25: En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes, y les dijo: «¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?». Ellos le asignaron treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregarle.
El primer día de los Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer el cordero de Pascua?». Él les dijo: «Id a la ciudad, a casa de fulano, y decidle: ‘El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos’». Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua.
Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce. Y mientras comían, dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará». Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: «¿Acaso soy yo, Señor?». Él respondió: «El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará. El Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!». Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: «¿Soy yo acaso, Rabbí?». Dícele: «Sí, tú lo has dicho».
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MI COMENTARIO
“Uno de ustedes me traicionará…¿Acaso soy yo, Maestro?”.
1. Es la pregunta que resuena en cada uno de nuestros corazones al escuchar este Evangelio. Y si no es así, es porque algo no está del todo bien. Es decir, ¿me siento tan seguro de mi amor a Dios que creo ilusoriamente que jamás podría traicionarlo? De hecho, afirmar esto es ya una traición; nuestra vida, tristemente, es un continuo traicionar el amor de Dios, en cosas grandes o en cosas pequeñas, al poner otras cosas por delante de su amor.
2. ¡Cuántos traicionan al Señor por menos de treinta monedas de plata! Treinta monedas de plata en tiempo de Jesús equivaldrían a 60 o 300 dólares americanos. ¿Tan poco dinero cuesta Jesús? ¡Cuántos hoy traicionan a Jesús por menos dinero! Un buen puesto de trabajo con olor a corrupción, una buena reputación conseguida con mentira, un amor desordenado o prohibido, una comilona desenfrenada, una borrachera sin límites, un momento de placer sensual, una coquetería con alguien que no es mi esposo o esposa, el sabor de una droga, etc. Debemos tener esta conciencia de pobres y débiles pecadores necesitados de la gracia y amor de Dios, pero no con un sentido pesimista y negativo, sino como el niño consciente de su incapacidad para subir las escaleras, que le extiende los brazos a su amado padre para que le cargue y le suba.
3. Es esto lo que nos pide el Señor. Él conoce el barro del que estamos hechos. Si bien ama nuestro esfuerzo por alcanzar la santidad, ama aún más nuestra miseria cuando, confiando plenamente en Él, la abandonamos en el infinito mar de su Divina Misericordia. En este Triduo Sacro meditemos en el gran amor que nos ha tenido y nos tiene Dios, al mandarnos a su Hijo para salvarnos. Y demos muerte al Judas que tal vez quiere esconderse en nuestro corazón y traicionar a Jesús.
Mojemos nuestro pan hoy en el plato de Cristo, para renovar nuestra amistad con Él, y así renovemos nuestra amistad con Él. Nos sabrá ese pan a ternura y colmará nuestra alma de alegría profunda. Sigamos de la mano de la Virgencita para que nos lleve derechos al Calvario para acompañar a su Hijo Jesús y muramos con Él a todo pecado, y así resucitemos a una vida nueva. Les mando a cada uno de ustedes la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.