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Evangelio 3 Junio|No soy un Dios de muertos sino de vivos

Miércoles 3 de junio

RESUMEN EVANGELIO MIÉRCOLES 3 DE JUNIO, MARCOS 12, 18-27: En aquel tiempo, se le acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan que haya resurrección, y le preguntaban: «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno y deja mujer y no deja hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano. Eran siete hermanos: el primero tomó mujer, pero murió sin dejar descendencia; también el segundo la tomó y murió sin dejar descendencia; y el tercero lo mismo. Ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos, murió también la mujer. En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer».

Jesús les contestó: «¿No estáis en un error precisamente por esto, por no entender las Escrituras ni el poder de Dios? Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos. Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es un Dios de muertos, sino de vivos. Estáis en un gran error».
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MI COMENTARIO

¿Qué verdades nos quiere ofrecer hoy Jesús detrás de este evangelio?

1. Que vamos a morir, tarde o temprano. Es una verdad dolorosa, pero cierta. No sabemos cuándo ni dónde. Pero moriremos. Pero solo muere nuestro cuerpo, no nuestra alma que es inmortal, regalo de Dios. Nuestro cuerpo que espera la resurrección de la carne, la resurrección de los muertos. Hay resurrección, sí.
2. Que hay un cielo, donde Dios mora y nos espera, y con Él sus amigos, esos que en vida vivieron los mandamientos, los deberes del propio estado y, sobre todo, el mandamiento del amor. Ahí están los que murieron la gracia de Dios, y también los pecadores arrepentidos que terminaron su vida: “Perdón, Señor, he pecado”.
3. Que el matrimonio es para vivirlo en la tierra, como ayuda mutua para nuestras necesidades y para acompañarnos en el camino hacia la eternidad. El matrimonio es una vocación que Dios concede a muchos, pero no a todos. A otros nos pide, la consagración, que es un matrimonio espiritual con Cristo y con la Iglesia. Anticipamos ya aquí en la tierra lo que viviremos allá en el cielo. ¡Qué maravilla!
4. En el cielo ya no necesitamos el matrimonio ni tener hijos, porque ahí seremos como hermanos, y Dios nos llena completamente. Seremos como ángeles. Los que piensan que en el cielo habrá las mismas cosas que aquí en la tierra, ESTÁN MUY EQUIVOCADOS. Dios nos llenará completamente con su amor. Y estaremos felices como familia de Dios cantando sus maravillas.

Y la verdad principal: DIOS NO ES DIOS DE MUERTOS, SINO DE VIVOS. Nos tiene destinados a la vida. Es una convicción gozosa que haremos bien en recordar siempre, no sólo cuando se nos muere una persona querida o pensamos en nuestra propia muerte. Todo esto que hemos comentado se resume en eso que rezamos los domingos en el CREDO: “Creo en la resurrección de los muertos y en la vida eterna”. María nos espera en la puerta del cielo. Les mando a cada uno la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.