Evangelio 18 Marzo |El cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda

Miércoles 18 de marzo

RESUMEN EVANGELIO MIÉRCOLES 18 DE MARZO, SAN CIRILO DE JERUSALÉN, MATEO 5, 17-19: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos».
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MI COMENTARIO

¿Qué actitud debemos tener ante las leyes, tanto la divina como la humana: saltarnos todas a la “torera”, cumplirlas a rajatabla sólo por cumplir, o cumplirlas con una intencionalidad profunda y espiritual?

1. Miremos a Jesús: como buen judío acata, respeta, cumple “la” ley promulgada, salvaguardia de los grandes valores de la revelación: el amor, la misericordia, la justicia, la solidaridad, la convivencia pacífica, el culto al Dios verdadero. “Se sometió a la Ley” (Gálatas 4, 4), pero para liberarnos de la esclavitud de la ley. Cumple la ley de Moisés: celebra la Pascua, santifica el sábado en la sinagoga, pero ataca, conculca “las leyes” arbitrarias, injustas a veces, como la del corbán, que lesiona el derecho sagrado de los padres ancianos a ser atendidos: “Y como ésta hacéis otras muchas” (Marcos 7, 13). Jesús es rigurosamente fiel a lo esencial de la ley, pero proclama como ley suprema el bien de la persona; humaniza las leyes. Jesús invita al cambio de corazón, a potenciar el amor como alma que da valor y pone alegría en el quehacer humano. Él ha venido a llevar a su cumplimiento la entraña de la ley.
2. ¿Y nosotros? ¿Cómo vivimos las normas de la Iglesia, del estado, de nuestra diócesis, de nuestra comunidad religiosa, ahora las medidas ante el coronavirus? La respuesta es bien clara: con fidelidad, con respeto, con obediencia y, sobre todo, por amor a Dios y a nuestros hermanos. Los fariseos solo se quedaban en la letra de la ley, pero no en el espíritu. Cristo vino a poner alma y espíritu a la ley, a matizarla y dar cumplimiento. Cristo es nuestra Ley suprema. Esa es la gran revolución de Jesús. Frente a las 613 leyes del fariseísmo, Jesús propone una ley: “Amar a Dios y al prójimo”. A Dios con todo nuestro ser. Y al prójimo como a nosotros mismos. Para vivir esto necesitamos cambiar el corazón de piedra por un corazón de carne, dejar que el Espíritu Santo infunda en nosotros un corazón nuevo.

Vivamos todo nuestro día en clave de amor. Y todo tendrá un nuevo color, sabor y olor. Impregnemos nuestros rezos y actividades con el amor a Dios y al prójimo, y todo tendrá sentido profundo. La ley del corazón es también la ley de la generosidad. El amor lo transforma todo. También las cosas pequeñas, los detalles. El amor de cada día está hecho de detalles, no tanto de cosas solemnes y heroicas. Ánimo, hagamos todo por amor. Les mando a cada uno la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.