DOMINGO 18 DE ABRIL
REFLEXIÓN DEL EVANGELIO, DOMINGO 18 DE ABRIL
Lucas 24, 35-48: En aquel tiempo, los discípulos contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando Él se presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. Pero Él les dijo: «¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo». Y, diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: «¿Tenéis aquí algo de comer?». Ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tomó y comió delante de ellos.
Después les dijo: «Éstas son aquellas palabras mías que os hablé cuando todavía estaba con vosotros: ‘Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí’». Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras, y les dijo: «Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para el perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas».
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MI COMENTARIO
“La paz con ustedes”.
1. ¿Qué es la paz?
a) La acepción más común es la que indica una situación de ausencia de lucha armada o bien la relación de armonía entre las personas, sin enfrentamientos ni conflictos. Pero se queda corta esta definición. La paz es un don de Dios y, más en concreto, del Señor resucitado. Jesús va más allá de la cordialidad, cortesía o la sincera expresión de unos buenos deseos hacia sus discípulos.
b) Consiste en la tranquilidad del corazón que siempre es dueño de sí mismo, sin turbarse ni precipitarse jamás. Es el imperio sobre las pasiones, los ímpetus, los arranques, y los movimientos demasiados vivos de la naturaleza, para moderarlos, dirigirlos e impedirles que nos perturben.
c) Es la dulce libertad del espíritu que, haciendo cada cosa a su tiempo, con orden y sabiduría, se contrae a su objeto sin tristeza por el pasado, sin apego a lo presente y sin inquietud por lo porvenir.
d) Es, en fin, la tranquilidad del alma, que, comunicándose al exterior, imprime a todas las acciones del cuerpo un no sé qué de circunspecto, de dulce y de moderado, que edifica y es apacible sin ser lenta, y pronta sin precipitación; que no se agita, como Marta, con la actividad excesiva que produce cansancio, sino que es tranquila como María, escuchando a Jesús, obrando en el reposo mismo con que oye. Sus movimientos son suaves, moderadas sus acciones, sin traba ni emulación sus esfuerzos. Los objetos exteriores no excitan en ella emociones vivas o inquietas, y, si a veces la conmueven por sorpresa, se detiene y espera la calma. Es la imagen de Dios, que jamás se turba: ni en los ultrajes que recibe, ni en las grandes obras que ejecuta.
2. ¿Quién nos da la auténtica paz? Cristo resucitado.
3. ¿Quién y qué nos quita la paz? El demonio es quien quiere sembrar en nuestra alma la cizaña, las divisiones, y cuanto nos quita la paz. ¡No le dejemos entrar!
4. ¿Cómo conservar la paz? Con la oración y con la intimidad con Cristo en la Eucaristía. Invoquemos también a María, Reina de la paz.
5. ¿Cómo transmitir paz a nuestro alrededor? Mediante la bondad, la dulzura, la misericordia, el bien hablar de todos, la serenidad.
6. ¿Qué frutos experimentamos, si vivimos la paz de Cristo resucitado? La conciencia estará tranquila, daremos testimonio de la presencia de Jesús en nuestra alma, crearemos un clima de amor y alegría a nuestro alrededor.
Pidamos hoy esta gracia: danos tu paz, Jesús, para que la llevemos por todas partes. Seamos portadores de tu paz. Les mando a cada uno la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.