Domingo 16 de febrero
RESUMEN DEL EVANGELIO DOMINGO 16 DE FEBRERO, MATEO 5, 17-37: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos. Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.
»Habéis oído que se dijo a los antepasados: ‘No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal’. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano «imbécil», será reo ante el Sanedrín; y el que le llame «renegado», será reo de la gehenna de fuego. Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda. Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo.
»Habéis oído que se dijo: ‘No cometerás adulterio’. Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna. Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la gehenna. También se dijo: ‘El que repudie a su mujer, que le dé acta de divorcio’. Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto el caso de fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio.
»Habéis oído también que se dijo a los antepasados: ‘No perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos’. Pues yo digo que no juréis en modo alguno: ni por el Cielo, porque es el trono de Dios, ni por la Tierra, porque es el escabel de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran rey. Ni tampoco jures por tu cabeza, porque ni a uno solo de tus cabellos puedes hacerlo blanco o negro. Sea vuestro lenguaje: «Sí, sí»; «no, no»: que lo que pasa de aquí viene del Maligno».
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MI COMENTARIO
Jesús se presenta como el nuevo Moisés que viene no a destruir la ley antigua, sino a perfeccionarla y darle plenitud. Y hoy en el sermón de la montaña nos repasa varios preceptos del Decálogo, pero en profundidad. Repasemos estos preceptos:
1. No sólo no matar con un arma. ¡Hay algo más que pide Cristo! Cristo nos pide no enfadarnos, no insultar, no guardar rencor contra nadie. Y esto requiere un corazón lleno de la caridad de Cristo. De lo contrario es imposible. Y esta caridad hay que pedírsela a Cristo en la oración, en la comunión. Y cuando tengamos la desgracia de ofender a nuestro hermano, acerquémonos humildemente a la confesión para pedir perdón a Dios y así salir con corazón limpio y sanado.
2. No sólo no cometer adulterio físico con una mujer. ¡Hay algo más que pide Cristo! Cristo nos pide la pureza de ojos y de deseos y de pensamientos y de afectos. Y esto requiere un corazón limpio y recto. ¿Me gustaría que desearan con malos ojos a mi madre, a mi esposa, a mi hija? ¡Entonces tampoco tú lo hagas! Controla tus ojos. Limpia tus ojos y tu corazón.
3. No sólo no divorciarse de su mujer. ¡Hay algo más que pide Cristo! Pide fidelidad hasta que la muerte nos separe. En la salud y en la enfermedad. En la riqueza y en la pobreza. En el éxito y en fracaso. En primavera, verano, otoño e invierno. El santo matrimonio es un reflejo de la fidelidad de Cristo con su Iglesia. Poca cosa, ¿verdad?
4. No sólo no jurar en falso. ¡Hay algo más que pide Cristo! Nos pide fidelidad a cuanto hemos prometido a Dios: yo a mis votos y promesas sacerdotales: celibato, obediencia, pobreza, caridad pastoral. Los casados, fidelidad a las promesas pronunciadas libre, consciente y amorosamente el día del santo sacramento del matrimonio. Los religiosos y religiosas, fidelidad a su Amado Jesús, cuando hicieron su profesión religiosa. No sólo no jurar, sino vivir con amor, fidelidad.
¡Qué difícil es cumplir todo esto; ¡oh, Cristo! No sé si podré cumplir cuanto me pides, pues soy débil. Si tú no me das tu gracia y fuerza y aliento, ¡imposible! Que la Virgen interceda por nosotros. Les mando a cada uno de ustedes la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.