Evangelio 12 Febrero |Effatá(Ábrete)

Viernes 12 de febrero

RESUMEN DEL EVANGELIO, VIERNES 12 DE FEBRERO
Marcos 7, 31-37: En aquel tiempo, Jesús se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él. Él, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: «Effatá», que quiere decir: «¡Ábrete!».

Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente. Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. Y se maravillaban sobremanera y decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos».
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MI COMENTARIO

1. Situación triste de este enfermo: sordo y tartamudo. Como él no podía, no tenía fuerzas, le llevaron a Jesús. Gesto lindo de la gente, gente con fe y caridad. ¿Somos también nosotros sensibles ante nuestros hermanos necesitados y enfermos, especialmente ahora con la pandemia?
2. ¿Qué hizo Jesús y cómo curó a ese enfermo? Usó todos sus sentidos humanos para realizar una acción divina, un milagro, una curación. Otro milagro en tierra extranjera, para manifestar la llegada de los tiempos mesiánicos. Así se cumple la profecía de Isaías en la que anunciaba que los mudos gritarían de alegría (cf. Is 35,6). Jesús es Dios, pero necesita expresar su divinidad con su humanidad, con sus manos, sus dedos, su boca, sus ojos. Hizo todo un ritual, casi una catequesis bautismal:
a) Lo aparta
b) Le impuso las manos
c) Le mete los dedos en los oídos
d) Le toca la lengua con saliva, pues a la saliva se le atribuían propiedades curativas
e) Le dijo: “Ábrete”.
3. Reacción de la gente: el evangelista Marcos dice de Jesús: “¡Qué bien lo hace todo!”. ¡Qué hermoso piropo para Jesús! Y la reacción de todos en ese momento: asombro y felicitación.
4. El hombre sordomudo simboliza al hombre psicológicamente sordo y mudo ante las cosas de Dios. Nos representa a todos nosotros. Con ello se quería indicar que sólo con la acción del Espíritu derramado por Jesús uno es capaz de abrirse para acoger la palabra de Dios y anunciarla a los demás. Jesús nos lleva “fuera”, aparte, pues es necesaria la ruptura con el ambiente mundano, superficial, depresivo, ruidoso, que nos impide ver y oír a Dios.

Cada cristiano, tú y yo, es oyente y testigo de la Palabra de Dios. Por eso necesitamos todos los días que Jesús nos abra los oídos del alma para escuchar esa Palabra con atención. Y después nos abra la boca para que prediquemos esa Palabra a nuestro alrededor con valentía, sin miedo y con convicción, para provocar en los demás la fe, pues “la fe viene por el oído”, es decir por la escucha de la Palabra (cf. Romanos 10, 17). La sordera supone un gran empobrecimiento. El sordo vive una vida limitada, está incomunicado, no puede comunicar su interioridad ni escuchar la interioridad de los otros. El sordo espiritual es como un crustáceo, cerrado a la Palabra de Dios. A los que se preparan para el bautismo se les llama “catecúmenos” que significa “los que escuchan y tienen los oídos abiertos”.

Meditemos en esto hoy: ¿somos sordos y mudos en nuestra vida cristiana? Si es así, acerquémonos a Cristo para que nos cure. Y de oyentes convirtámonos en testigos. Si estamos sanos, acerquemos a alguien que esté sordo y mudo espiritualmente hablando. Les mando la bendición de Dios, P. Antonio Rivero, L.C.